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Voto de Donald Rumsfeld:
3
2010
Julian Fellowes (Creador), Brian Percival ...
7,8
19.031
Serie de TV. Drama
Serie de TV (2010-2015). 6 temporadas. 52 episodios. Ambientada en 1912, en una mansión de la campiña inglesa y abarcando un periodo que cubre desde la Primera Guerra Mundial hasta el comienzo de los años 20, Downton Abbey narra la historia de una complicada comunidad. La casa ha sido durante generaciones el hogar de la aristocrática familia Crawley, pero también donde sus sirvientes viven, hacen sus planes y sueñan. Algunos son fieles ... [+]
2 de julio de 2014
10 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los elementos de la posmodernidad que me resulta más molesto es su obsesión por reinterpretar la historia de tal manera que tras limarla meticulosamente se pueda hacerla pasar por algo que sirva de justificación al orden imperante en la actualidad. Por supuesto que hay excepciones, por ejemplo, cuando se hace con sentido del humor. Desgraciadamente y por otra parte, como el humor es difícil y lo absurdo tiende a multiplicarse, lo que suele suceder es justo lo contrario: una vez impuesta la mordaza de lo políticamente correcto cualquier vulgar atrocidad se vuelve posible. Da igual lo absurda que sea o la dirección que tenga. Así podemos encontrar que por ejemplo fueron muchos los que machacaron 300 por entenderla como una oda fascista. Y ahí es donde se hace visible hasta que punto (malsano y verdaderamente fascista) impera lo políticamente correcto, pues es evidente que 300 era justo lo contrario: lo fascista en 300 es la autoridad divina de Jerjes, la jerarquía y especialización de su ejército y la barbarie (la propia figura de Jerjes era en sí misma monstruosa) que representaban frente a unos espartanos que estaban allí voluntariamente para resistir una invasión...; de hecho, y esto suele pasar desapercibido, American History X sí supone una apología implícita del fascismo (ya sea intencionadamente o por pura torpeza) desde el momento en que lo estiliza con el uso de un solemne y elegante blanco y negro... para luego darnos en toda la cara con la intensa fealdad de su paleta de colores.
Ahora bien, Downton Abbey, o El Discurso del Rey o el Lincoln de Spielberg -los ejemplos abundan– son muestras de manual, todos ellos en una dirección descaradamente neoconservadora, de cómo coger un acontecimiento o periodo o figura histórica, maquillarlo convenientemente y hacerlo parecer lo que a alguien le convenga que debe parecer.
En Downton Abbey la reescritura de la historia es sistemática y da igual cual sea la dimensión de la serie que uno quiera analizar, todo en ella está creado para confundir, para falsear, para silenciar cualquier posible conflicto mientras se difunden los sanos y buenos valores de toda la vida.
Analicemos por ejemplo el enfoque que se le da en ella a la primera guerra mundial. Quizás algún despistado piense que Inglaterra fue un agente activo, quizá incluso piense que fue el más activo, a la hora de provocarla tras más de dos décadas de meterle los dedos en el ojo a Alemania. Pues se equivoca. Según da a entender Downton Abbey los ingleses simplemente pasaban por allí cuando de repente, oh, por qué, cómo, los malvados alemanes les declararon traicioneramente la guerra.
Continua sin spoiler.
Ahora bien, Downton Abbey, o El Discurso del Rey o el Lincoln de Spielberg -los ejemplos abundan– son muestras de manual, todos ellos en una dirección descaradamente neoconservadora, de cómo coger un acontecimiento o periodo o figura histórica, maquillarlo convenientemente y hacerlo parecer lo que a alguien le convenga que debe parecer.
En Downton Abbey la reescritura de la historia es sistemática y da igual cual sea la dimensión de la serie que uno quiera analizar, todo en ella está creado para confundir, para falsear, para silenciar cualquier posible conflicto mientras se difunden los sanos y buenos valores de toda la vida.
Analicemos por ejemplo el enfoque que se le da en ella a la primera guerra mundial. Quizás algún despistado piense que Inglaterra fue un agente activo, quizá incluso piense que fue el más activo, a la hora de provocarla tras más de dos décadas de meterle los dedos en el ojo a Alemania. Pues se equivoca. Según da a entender Downton Abbey los ingleses simplemente pasaban por allí cuando de repente, oh, por qué, cómo, los malvados alemanes les declararon traicioneramente la guerra.
Continua sin spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y hay quien dice que de hecho los ingleses aprovecharon astutamente la guerra para mandar a combatir en primera línea a todos los sindicalistas, comunistas y demás tipos de rojos que caldeaban el ambiente de la época. Que las autoridades incluso se presentaban en las tabernas izquierdosas pedían los carnets de afiliados y directamente empacaban a su propietarios rumbo al Somme. Pues tampoco. Según Downton Abbey las clases trabajadoras básicamente no eran más que un atajo de cobardes que dedicaban la mayor parte del tiempo a idear tretas para evitar morir con mucho honor por su patria (puede parecer que exagero o ironizo pero no es así). Menos mal que allí, sí, había una aristocracia y una burguesía dispuesta a ir a esa primera línea que todos los rojos rehuían taimadamente, una aristocracia y una burguesía deseosas de dar la vida por la patria, de dar lecciones con el ejemplo personal, pues de todos es sabido cuantos reyes y empresarios murieron cristianamente en el fragor de la batalla.
Más aún, según Downton Abbey un rico ha de ser indefectiblemente guapo, bueno, educado, inteligente y con un gusto exquisito, y los pobres, bueno, de todo hay en la viña del señor. Así, al maniqueísmo proverbial de la serie hay que agregar un montón de personajes planos y unidimensionales cuyos conflictos folletinescos siempre, y digo siempre, se han de resolver felizmente (en plan CSI, sí), que para algo vivimos en el mejor de los mundos posibles. Y es que tampoco conviene olvidar que al final cada uno tiene lo que se merece –los Señores que están en lo altísimo velan porque esto sea así–; la clave es el esfuerzo y el talento individual, por supuesto y amen.
Así, oscilando entre el culebrón de etiqueta y el melodrama estilizado la serie es capaz de sofocar cualquier conato de auténtico enfrentamiento social o de cualquier otro tipo. Eso sí, conviene no olvidar que hubo pocas personas tan comprometidas con los derechos laborales o la emancipación femenina como las hijas buenorras de los aristócratas. Y es que ser rico mola mazo: jabón a todas horas, comilonas, cuartetos de cuerda, olor a rosas, trajes que quitan el hipo, cacerías los domingos después de misa…, pero ser rico y solidario es ya otro nivel, uno al que un simple trabajador ni de coña puede aspirar. Sencillamente, no ha nacido para eso
Más aún, según Downton Abbey un rico ha de ser indefectiblemente guapo, bueno, educado, inteligente y con un gusto exquisito, y los pobres, bueno, de todo hay en la viña del señor. Así, al maniqueísmo proverbial de la serie hay que agregar un montón de personajes planos y unidimensionales cuyos conflictos folletinescos siempre, y digo siempre, se han de resolver felizmente (en plan CSI, sí), que para algo vivimos en el mejor de los mundos posibles. Y es que tampoco conviene olvidar que al final cada uno tiene lo que se merece –los Señores que están en lo altísimo velan porque esto sea así–; la clave es el esfuerzo y el talento individual, por supuesto y amen.
Así, oscilando entre el culebrón de etiqueta y el melodrama estilizado la serie es capaz de sofocar cualquier conato de auténtico enfrentamiento social o de cualquier otro tipo. Eso sí, conviene no olvidar que hubo pocas personas tan comprometidas con los derechos laborales o la emancipación femenina como las hijas buenorras de los aristócratas. Y es que ser rico mola mazo: jabón a todas horas, comilonas, cuartetos de cuerda, olor a rosas, trajes que quitan el hipo, cacerías los domingos después de misa…, pero ser rico y solidario es ya otro nivel, uno al que un simple trabajador ni de coña puede aspirar. Sencillamente, no ha nacido para eso