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Estados Unidos Estados Unidos · Chicago
Voto de Donald Rumsfeld:
5
Serie de TV. Animación. Comedia Miniserie de TV (2021). 6 episodios. Zero, un escritor y artista de cómics que se imagina a su subconsciente como un armadillo, recuerda cómo conoció a su amiga Alice cuando tenían 17 años. En 2023 se estrenó una continuación para Netflix en junio de 2023, titulada "Este mundo no me hará mala persona"
9 de febrero de 2022
27 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de sacar la motosierra, me gustaría aclarar que en esta serie hay gags bastante divertidos, que sus monólogos tienen ritmo y que cuenta con una animación cuyo feísmo encaja con la historia que se narra y el personaje que por ella transita. Además, me parece que el hecho de haya una solo voz para todos los personajes no es algo gratuito y sí bastante original, ya que sirve para explicitar que toda la narración ha sido elaborada desde el más riguroso egocentrismo. Pues justo de eso es lo que va este supuesto retrato generacional. O, al menos, eso es lo que hace su personaje central: mirarse el ombligo durante aproximadamente 6 capítulos.



Un momentito, que no arranca.

Ya.

Estructuralmente, la serie funciona mediante el proceso más elemental: la acumulación. Consiste en una sucesión de momentos cómicos tenuemente unidos por la narración central que sirve, a modo de mcguffin, de hilo conductor. Que además venga troceada en minúsculos paquetes de entre 15 y 20 minutos contribuye aún más a realzar la dispersión. Y, por si no fuera suficiente, muchos segmentos están completamente al margen de la trama central y no son más gags depositados sobre ella al estilo del pegote.

Pues sí que funciona.

Ahora bien, quizá esa obsesión por la brevedad, la dispersión y la acumulación pueda funcionar en el terreno de lo comedia. Pero cuando la serie eventualmente pretende desarrollar una idea o lanzar una reflexión, estas parecen quedar mutiladas por esas mismas características. En otras palabras: que el protagonista se ponga a darnos lecciones sobre la vida dentro de un marco tan estrecho, raya la ingenuidad. Y a veces incluso el ridículo: por supuesto, no falta la cita nietzscheana de quien no se ha enterado de nada.

Sin embargo, pese a esos breves deslices, la serie es ligera, liviana, e intrascendente. Todo es chiste. Especialmente su personaje central. Cuya conciencia ha sido representada, me atrevería a decir que muy acertadamente, por un armadillo.

Sí.

Y basta compararla con otras recientes para notar lo convencional que resulta en su mensaje. Que es el mismo de siempre: detrás de su pose gamberra e inconformista, es tan extremadamente correcta, comedida y aséptica como la empollona de la clase. Nunca habla sin levantar la mano. Formando una blanca sucesión de gags que a nadie pueda incomodar (hasta Los Simpson iban mucho más allá).

Lo mismo pasa con su envoltorio. Correcto, sí, pero no especialmente memorable.

Por ejemplo, sin irnos muy lejos, en Big Mouth hay un uso del color, del movimiento y del trazado del dibujo que ya contienen la obscenidad, la impudicia y la lujuria desde la misma secuencia de créditos. Y aparte de unas “conciencias” que realmente son parte de la trama, también tiene una puesta en escena por momentos apabullante. Atención a los números musicales. Amén de las mejores voces e interpretaciones que he escuchado en una serie de animación. Si hubiera justicia, debería crearse una categoría especial de Oscar solo para el trabajo que hizo Maya Rudolph en esta serie. Una barbaridad. Por lo demás, que una serie supuestamente para adolescentes sea más madura, atrevida, profunda y plásticamente (muy) superior a una para supuestamente adultos, es curioso cuando menos.

Volviendo a Italia. Las propias transiciones entre los gags se sienten forzadas. Realzando más, si cabe, el cauce acumulativo por el que discurre la historia. Suelen ser microescenas cuya labor es puramente funcional. Básicamente: permitir que el presentador, narrador y personaje principal de paso a la siguiente sección. Así, más que una película de de dos horas fragmentada en capítulos, parece una sucesión de capítulos de cinco minutos reunidos a martillazos en packs de tres. Y, evidentemente, como todo producto moderno que se precie, no se libra de introducir a patadas insidiosas dosis de compromiso social. Que si se quitan a los 18 minutos y se descuenta las intros de cada gag, pues ya va quedando menos y como que un poco roto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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