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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
7
Drama Una larga cadena de muertes por venganza y honor entre familias enemigas provoca que el joven médico Gerardo tenga que regresar a su pueblo. Ante la frialdad de su madre, Gerardo se verá obligado a continuar el enfrentamiento. (FILMAFFINITY)
12 de febrero de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es recomendable de forma especial para todos aquellos interesados en conocer las costumbres y la idiosincrasia de México, y, en ese sentido, es una de los mejores exponentes de esta etapa de la obra de Luis Buñuel. Como complemento, lean las páginas que el cineasta dedica, tanto al rodaje de la película, como al tema del que se ocupa, en su maravillosa autobiografía, dictada a Jean Claude Carriére, titulada “Mi último suspiro”.

Leemos en el libro: “la mayoría de los sucesos que cuenta esta película son auténticos, y pueden, de paso, permitir echar un interesante vistazo a este aspecto de las costumbres mexicanas”. Y sigue: “hay países en este continente en los que la vida humana –la propia y la ajena- tiene menos importancia que en otras partes”. Ese es el tema central de “El río y la muerte”.

Dicho tema viene desarrollado cinematográficamente por la disputa histórica entre dos familias de una pequeña población mexicana que tiene como resultado la muerte en disputas de la práctica totalidad de los miembros varones, motivadas por un sentido equivocado del orgullo familiar y un exacerbado espíritu de venganza. La muerte parece como que no es una maldición, sino una práctica cultural a la que todos parecen rendirse.

Flaquea en cuanto a un análisis simplista del problema y de sus soluciones. Pero es precisamente Buñuel quien nos aclara el porqué: “lo que no me gusta es la tesis que la película parece sostener, tesis que procede del libro que le sirvió de base: “instruyámonos, cultivémonos, hagámonos todos universitarios y dejaremos de matarnos entre nosotros”. No lo creo”. El libro al que se refiere es la novela de Miguel Alvarez Acosta •”Muro blanco en roca negra”. Tal vez este sea uno de los casos más flagrantes de falta de sintonía entre la productora (Clasa Films Mundiales) y el director.

Porque, en los aspectos formales, la película es irreprochable. Los actores hacen un buen trabajo, como es la costumbre, y los pocos medios quedan perfectamente compensados por el talento y la profesionalidad: el guión, el sonido, la banda sonora y la fotografía son excelentes.

Joaquín Cordero, actor de amplia trayectoria profesional en el cine y la televisión mexicana, participa por segunda vez en una película de Buñuel. La anterior fue “Una mujer sin amor”, rodada en 1952. En ambas encarna papeles de hijo que tiene diferencias con su madre. ¿Es solo una casualidad?
Paco Ortega
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