Dudo que sea la última, pero la gran estafa de Robert de Niro es hacernos creer que es Danny deVito. El actor de obras maestras como "Taxi Driver" lleva una década intentando dar risa en comedias familiares, como si quisiera olvidar que un día fue una gran estrella.

"La última gran estafa" parece un fallido homenaje a la comedia negra de los ochenta, con referentes memorables como "Por favor maten a mi mujer" o "Tira a mamá del tren". Títulos tontorrones que invitaban a pasar un buen rato y en las que siempre aparecía el gran Danny deVito en el divertido papel de astuto arribista, cobarde y sin escrúpulos. Todo apunta a que "La última gran estafa" girará sobre un plan maquiavélico, al estilo deVito, pero la decepción es absoluta.

El director, George Gallo, echa a perder todas las oportunidades para la comedia. La película, con un poco más de talento, nos recordaría a las aventuras de Correcaminos y Coyote, sin embargo las escenas que exigen la locura del dibujo animado se hunden en el aburrimiento. Un montaje torpe, una falta absoluta de ritmo, y un guión encasillado en el tópico convierten la película en una foto sin vida, en la que de forma incomprensible, aparecen tres de los más grandes actores de Hollywood.

Sorprende que George Gallo haya logrado reunir a semejante elenco para perpetrar este desastre. La única explicación es que la pandemia del coronavirus haya afectado a la calidad de la película. Tal vez el covid-19 se transmite vía celuloide...y Fernando Simón no nos ha avisado.