Cortante, esquemático y dura película de Aldrich. Está rodada en los setenta se nota y mucho. Y para mal. Quitándole el acertado tono adulto y realista, semidocumental por momentos, la película malogra elementos del cine del oeste, como un paisaje omnipresente al que no saca el partido que sí lograron los directores clásicos del género por falta de una trama más trabajada y un ritmo menos desmayado. Destaca el uso de una violencia exacerbada que es junto a la fotografía de lo poco no olvidable de la película. Una violencia que al final ni denuncia ,ni embellece sino que termina por desconectarte de un diletante y simple armazón argumental en el que sólo Lancaster se luce, probablemente el principal motivo para la realización de esta película así como el intento de adscribirse a la moda del western crepuscular. En cuanto a la estilización de la violencia que esto implicaba queda muy por detrás de la de otros directores como Peckinpah o Leone a los que por momentos imita sin éxito y sin ,lo más preocupante recuperar su propio estilo.
Los apaches salen como lo que son. Una partida de salvajes sanguinarios y proscritos que luchan en un territorio del cual son un reflejo. Su impiedad, sadismo y crueldad son su modo de vida. El estadounidense o mexicano que los conoce, lo sabe. El que no lo comprende es por ignorancia y desconocimiento que lamentara gravemente al encontrárselos.
Polvo del desierto, potentes escenas de tiroteos , buenas caracterizaciones y ambientación, una naturaleza monumental como espectacular escenario son los puntos fuertes de una película aquejada de falta de ritmo, naturaleza reiterativa en su afán desmitificador e irregular en su conjunto. No obstante su visionado es de interés para aficionados al género y a la historia.