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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
8
Drama Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
19 de marzo de 2010
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
De efecto espeso en tramos de meditación lírica o psicológica, la cinta contiene un exagerado sentido del detalle y apunte ornamental. Eso nos lleva a un resultado aparentemente superficial (entendiendo “superficie” como película pendiente de la dirección artística y la reconstrucción de una época, y no tanto en intenciones de melodrama).

Sin embargo, esa superficie costumbrista encantada en su manierismo de objetos y vestuario no sólo interesa por el evidente atractivo visual, también por acercarnos a la franqueza viscontiana de la cornucopia y el arabesco. Sensibilidad de retratista de memorias más que de director de cine.

Es así como la sinceridad de la “superficie” aparece como “fondo” –al convertirse el adorno en obsesión creativa-. De esa forma, donde muchos encuentran abalorio redundante –y lentitud, y regodeo esteticista vacuo- veo yo una suerte de estilo refinado que ofrece un mundo interior a partir del aparente adorno frívolo (adorno que subvierte el contenido, quizás, suplantándolo).

En la novela sucede igual, la importancia de objetos y detalles acaba por delatar un tempo psicológico separado del tiempo real. En el oxímoron de los pequeños detalles reside la enorme tristeza del alma del Príncipe de Salina y, a fortiori, del propio Visconti, cuya obsesión por la dirección artística encaja perfectamente con las descripciones de Lampedusa (también podría hablarse de puntos de contacto entre la novela y Visconti desde el punto de vista biográfico o ideológico, pero ésa es otra historia).

Es esa sensación de pertenencia y confesión lo que más valoro, lo que en mi opinión le otorga cierta medida de universalidad sin caducidad. Universalidad de orden estético, por su belleza de exactitud reconocible; universalidad temática también, al aglutinar el desencanto de nuestra condición humana en torno a una coyuntura de cambio histórico.

Y todo, como digo, a través de una narrativa de jarrones, araucarias y algún pastel de gelatina amurallado con guarnición de guindas a modo de adarve o barbacana (según el cocinero).

“Lo más profundo del hombre es la piel”
Paul Valery
Bloomsday
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