Es una película sencilla, de las que suelen denominarse menores, extraña, un poco fuera de nuestro tiempo, tanto cronológico como cinematográfico. Pero tiene algo distinto, una mirada pausada y limpia sobre una realidad cotidiana, la de un grupo variopinto de chicos en la sociedad americana de los años 90.

Su director, el actor Jonah Hill, también sugiere algo distinto en algunas de sus interpretaciones, entre las que destacaría sobre manera la del asesor deportivo en la más que notable Moneyball. Allí interpreta magistralmente a un universitario que ofrece una visión distinta, más rica y acertada, sobre el verdadero valor de los jugadores de béisbol americano. Y lo mismo ocurre en esta película, sugiere algo más profundo o verdadero. Por eso acabamos sintonizando con más facilidad con esta historia, con lo que representa, que ante otras obras similares.

Tengo la sensación de que la recordaré. O al menos, de que si la vuelvo a ver dentro de 20 años la reconoceré con más facilidad que a otras muchas. No sé expresar mejor el motivo, porque como digo (o como trato de decir), tampoco tiene nada excepcional en ningún sentido.