El cuarto libro de la superlativa saga de Harry Potter, para muchos, para mí, es el mejor de los 7 porque es el que más muestra ese carácter fantástico del mundo de Harry Potter debido, en gran parte, a la cantidad de pruebas que tienen que pasar los protagonistas del mismo, incluído el propio Harry Potter. Es por ello que es, de largo, el que más requiere un esfuerzo imaginativo por parte del lector.

Fue la película, de las 7, que más esperaba ver porque por fin iba a leer el libro con unas imágenes diferentes en mi cabeza. Y la cagaron.

Sí que es cierto que el cine obliga a acotar la información, pero en ésta película se cargan la esencia del libro. Los diálogos y decorados quedan muy por encima del aspecto descriptivo, y en el libro es al revés.

Los fans como yo se preguntarán cómo narices se atrevieron a quitarnos el partido de los Mundiales de Quidditch, los detalles de las pruebas del dragón o el laberinto final. Detalles que, para mí, suspenden a la película y que, a la vez, son la magia del libro que lo colocan como sobresaliente.