Esta película, que al principio no quería ver porque pensaba que iba a ser un dramón deprimente, me pareció, al final, de lo mejor que he visto en mucho mucho tiempo:

La historia es dura pero sin resultar axfisiante ni lacrimógena, tiene puntos de humor pero sin resultar histriónica, optimista sin caer en el buenismo, tierna sin resultar empalagosa, triste sin resultar desesperanzadora.

McCounaghey, por su parte, borda el papel y dibuja un cowboy duro y curtido que no resulta antipático en ningún momento, tierno en ocasiones sin resultar blandengue, positivo sin caer en lo utópico, luchador sin ser un líder mesiánico. La obvia evolución de su personaje en términos de moralidad no resulta incompatble con quien es en esencia. Es empático sin llegar a ser altruista y egoísta sin llegar a ser detestable.
Se convierte en un héroe sin pretenderlo, pero tampoco pretende que lloremos por él. Lucha por si mismo al principio y al final su lucha termina convirtiéndose en una necesaria reivindicación ideológica, pero no lo hace porque sea un Robin Hood moderno o por convicción, sino por puro instinto de supervivencia. Es contenido, no quiere la compasión de nadie pero no rechaza una mano amiga ni se deja apabullar por la amargura. Es un vaquero de los bajos fondos pero con un código ético que se va perfilando inquebrantable a medida que avanza el film. No agradece su suerte en la vida pero acepta su destino y asume sus errores con filosofía. Es un personaje que no se excede por ningún sitio, es sobrio, contenido y tiene el punto justo de ternura y de comicidad.

Es un personaje, en fin, maravilloso. Quien haya sido el responsable de ecomendar a McCounaghey esta misión tiene muy, pero que muy buen ojo.