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Voto de cualquiera87:
8
Drama La repatriación de un grupo de supervivientes italianos, procedentes del campo de exterminio de Auschwitz, se convierte, por razones nunca aclaradas, en una angustiosa odisea. (FILMAFFINITY)
19 de junio de 2010
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Tregua, que Rosi consideró “una demostración de cómo la vida triunfa sobre la muerte”, tiene la curiosidad de haber contado con el consentimiento del propio Primo Levi (en cuya obra autobiográfica está basada, y que nunca vio el filme porque murió antes de su culminación)
No se trata de una película bélica al uso. Con apenas dos escenas del interior del campo de Auswitch, esta sin embargo película de nazis y judíos narra las penurias y miserias de un grupo de repatriados italianos, y su larga vuelta a casa. Es un drama sin melodrama. No hay escenas de las que te muerden las tripas, que te saquen la lágrima facilona. Y se agradece. Porque queda, a pesar de todo, una melancolía vívida y estimulante cuando llegan los créditos finales. Como una emoción que existe contenida en todo el metraje, y que vibra siempre.
La narración es de un ritmo sosegado, de silencios intensos, de historias narradas y no mostradas; cuenta con unos guiones notables, taciturnos, intensos sin ser pedantes. En el tono severo y trágico alivian las humoradas, de mano de la canallesca de los liberados (con pinceladitas de un humor simpático y amargo, como la escena del pollo, o la inesperada presentación del griego en la embajada italiana).
Las interpretaciones son otro punto. John Turturro es un actor fascinante. El director dijo elegirlo por ser “un actor valiente, de mirada inocente, capaz de transmitir la ironía”. Efectivamente. Tiene en su mezcla de expresiones una niñez y una serenidad trágica, desbordantes. Quiere hacerte temblar, y lo hace; quiere conmover con una palabra, o con la falta absoluta de ellas, y vaya si lo hace. El resto de actores sin nombre entrañan personajes sin nombre, y algo desdibujados, a modo sólo de retazos: el ladrón, el donjuán, la enfermera, el músico… y ese personaje enorme que es el griego, traidor y consejero a partes iguales. Creíbles todos (de no ser por raras manías, como esa de los italianos de hablar inglés entre ellos).
El objetivo de Rosi, hacer que el holocausto no se olvide, está un poco manido ya. Pero se agradece esta revisión distinta, con ínfulas poéticas, en la que se mezcla, a modo de mensaje esperanzador, la narración de sufrimientos entrelazados con cantos la vida, a la música y al amor -y con algunos detalles contados de sentimentalismo, como es el arrodillamiento del alemán, sin embargo-.
A señalar un diálogo en que el griego, vitalista, dice tener ganas de debatir sobre la existencia humana “una vez que ha llenado el estómago”, y pregunta a Levi dónde irá el cuerpo al morir. “¿Irá a Dios… o a los gusanos?”.
Levi contesta, sin vacilar. "A los gusanos”.
cualquiera87
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