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Voto de el pastor de la polvorosa:
8
Drama. Comedia Batala es un truhán que dirige una ruinosa imprenta en París. Acuciado por las deudas, decide imprimir unas historias del Oeste escritas por Lange, uno de sus empleados. Sin embargo, acosado por sus acreedores, se ve obligado a huir de la ciudad, y aprovechando un aparatoso accidente ferroviario, decide simular su propia muerte. Al conocer la noticia, sus empleados acuerdan formar una cooperativa, que empieza a dar beneficios gracias ... [+]
17 de julio de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El crimen de Monsieur Lange, como otras películas francesas de los años 30, requiere quizá una cierta complicidad para adentrarse en su particular retórica, que puede resultar severamente pasada de moda para el espectador educado en el realismo más estilizado del cine posterior a los años 40: hay placeres o disgustos que no atienden a razones, y yo no las tengo para convencer a quien se sienta extranjero ante su vitalidad autodemostrativa, su irrealismo “poético”, su espontaneidad más o menos trabajada, la sobreactuación de sus actores. Renoir hace cine ante todo para sí mismo y para los suyos.

Con esto no me refiero a la ideología, sino al estilo: nada más lejos de la catequesis para adeptos que esta película (a pesar de estar financiada por el Frente Popular), cuya historia parece un sueño de su personaje principal: un sueño que se resuelve en la creación de una comunidad idílica que no excluye a nadie sino que reúne a todos (en la cena del final), desde el conserje reaccionario y racista, hasta el hijo del acreedor capitalista Meunier que da el visto bueno a la fórmula de la cooperativa.

Por otra parte, la película va más allá de una problemática social o política, y refleja la vida erótica de sus protagonistas con franqueza, sin idealismo, como una parte esencial de su experiencia ética, modelada a base de errores y rectificaciones. El desarrollo de la historia sugiere que la toma de conciencia de Lange no se habría producido si no hubiera estado con Valentine (el personaje lúcido capaz de enfrentarse a Batala, y a través de cuyo punto de vista, significativamente, se nos transmite el relato).

Monsieur Lange vale por Monsieur “L'ange”: el ángel, sí, en un mundo lleno de hombres nada angélicos, y ello tanto entre los que tienen el poder (Batala y los suyos), como entre los que carecen de él (el conserje). La maravillosa interpretación de René Lefèvre plasma perfectamente su simplicidad y pureza, como una suerte de moderno Perceval, un trasunto de su propia criatura literaria Arizona Jim. No se trata sólo de un paralelismo de guión: Renoir se las arregla para mostrárnoslo visualmente en dos escenas: la primera al inicio, cuando escribe en su habitación por la noche, y siente con ingenuidad las vivencias de su personaje; la segunda, más explícita, cuando posa vestido de vaquero para la fotografía de la portada de su revista.

El otro personaje lúcido es Batala: una mezcla de seductor a lo Dominique Strauss-Kahn y de empresario sin escrúpulos que se mantiene a flote gracias al engaño (hay tantos paralelismos en nuestra historia reciente que no citaré a ninguno para que podáis escoger al que más os disguste): no es ninguna figura simbólica sino, gracias a la interpretación de Jules Berry, un ser más real que los que se mueven a nuestro lado, a un tiempo admirable por su habilidad y repulsivo por su comportamiento.

Película coral en el mismo sentido que La marsellesa o La regla del juego, habría que ver El crimen del señor Lange al menos una docena de veces para poder ver y apreciar todos los gestos, todos los detalles de interpretación de los actores nunca secundarios que se amontonan en los encuadres, que van y vienen como figuras de un gran cuadro, contribuyendo a esa visión de conjunto que transmite de forma bastante expresiva las paradojas de ese drôle de monde (la expresión es de Batala) en el que vivían, en el que vivimos.
el pastor de la polvorosa
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