La historia que narra Searching for sugar man es tan potente que casi dan ganas de que fuera ficción, para que, en vez de limitarse a establecer su condición de realidad según las convenciones del documental, la película intentara convencernos de su realidad a través de otro tipo de estructura narrativa.

Pero esta observación no debe tomarse como un reparo, ya que la película es impecable tal cual es, y se ajusta a su historia con la misma perfección que el zapato de cristal al pie de Cenicienta: cuando la realidad parece imitar a la ficción, ¿qué hacer sino seguirla con humildad, como hace Malik Bendjelloul?

Este juega bien sus cartas, refleja los ambientes con eficacia y consigue una película, sobre todo, muy emocionante, que da una vuelta a esa idea tan americana del éxito, y nos recuerda que Estados Unidos no es sólo el país de Rockefeller y Wall Street, sino también el de Emily Dickinson, la poeta a la que nadie leyó mientras vivía; de Edgar Allan Poe, reconocido después de su muerte en un lugar tan remoto (a finales del siglo XIX) como Francia; de Wallace Stevens y Charles Ives, el poeta y el músico que vivieron disfrazados de agentes de seguros; o de los suicidas Mark Rothko o Diane Arbus, por no prolongar la lista.

Rodríguez se une a ellos en el ámbito de la cultura popular, gracias a esta película, que nos descubre su figura y nos reconcilia un poco con la realidad.