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España España · Oviedo
Voto de Esteban:
2
Drama. Thriller Tras pasar varios años en el País Vasco, un inspector de policía es destinado a una pequeña ciudad de provincias. Nada más llegar, debe enfrentarse a un difícil caso: una niña ha aparecido brutalmente asesinada. Adaptación de la novela homónima de Antonio Muñoz Molina. (FILMAFFINITY)
19 de junio de 2006
16 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vayamos por partes: la historia es sosa y aburrida. No tiene absolutamente nada de original y, por si fuera poco, ni siquiera es capaz de definirse como es debido a lo largo del metraje. Por un lado tenemos a un policía persiguiendo al típico asesino en serie y por otro a este mismo individuo flirteando con una maestra de escuela. Bien, la primera subtrama resulta tediosa, no consigue inquietar en ningún momento, es francamente penoso el desarrollo de la intriga, principalmente porque al guionista (a) le importa tres narices o (b) no tiene ni puñetera idea de cómo hacerlo bien. Esta es otra película de esas que en vez de entretener al público con la acción y el suspense prefiere demorarse en la descripción psicológica de los personajes principales, francamente patética, dicho sea de paso, entre música de violines y frases trascendentales dichas entre susurros.
La otra línea argumental es igualmente torpe y soporífera. Adolece de todos y cada uno de los fallos de la anterior: ritmo plomizo, solemnidad impostada y falsa, actores sobreactuados, interés dramático nulo, puesta en escena cutre y simplona, escenas de relleno completamente innecesarias… De las subtramas protagonizadas por Fernado Fernán Gómez, Charo López y Chete Lera mejor ni hablo. Sólo decir que la película no se resentiría en absoluto si el montador hubiese decidido eliminarlas en la sala de edición.
Los actores hacen lo que buenamente pueden con sus raquíticos papeles. Juan Diego Botto está especialmente horroroso y sobreactuado en su rol de psicópata con pinta de no haber roto nunca un plato, a Miguel Ángel Solá se le nota mucho que intenta por todos los medios disimular su acento argentino y Adriana Ozores sigue hablando para el cuello de la camisa. Como el resto tampoco tienen demasiada importancia no me meteré a hablar de sus interpretaciones, pero tampoco lo hacen nada bien. Mención especial para el irascible Fernán Gómez que aquí interpreta, y no es coña, a un entrañable sacerdote comunista que, como no, suelta frases bíblicas cada dos o tres palabras que salen por su boca. Por clichés que no falte.
Esteban
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