La originalidad de esta película con respecto a la sorprendente animación que ofrece siempre me ha fascinado. Estamos hablando de un mundo totalmente robótico en el que sus habitantes viven en una sociedad muy parecida a la nuestra. Aquí los robots tienen sentimientos como si fueran personas, es decir, estos sufren, se alegran, pasan miedo, se enamoran, etc... Los primeros minutos del visionado nos muestran como nacen, crecen y se marcan metas que cumplir. Así que estas máquinas guardan en su interior un corazón mecánico que bombea grasa o aceite. La animación es simplemente genial. De hecho, me sorprende que no ganara ningún premio por esto, ahí lo dejo. El diseño de cada robot, de algunas puertas, de los medios de transporte debió ocupar muchas horas de trabajo a los animadores del film porque hay que tener una gran imaginación para crear todo lo que se ve en pantalla. Dicho de otro modo, el aspecto técnico es impresionante. Hay algún que otro personaje divertido, los gags son efectivos y se refleja la diferencia entre las clases sociales de una manera inteligente. Eso sí, le falta algo de dramatismo en ciertos pasajes, los malos resultan demasiado genéricos y en general es muy previsible. No se trata de una película de animación perfecta, ni mucho menos, pero merece más reconocimiento del que tiene. Han pasado casi 20 años desde que se estrenó y mi sensación es que ha sido injustamente olvidada.