Considero al gran film de La cosa de 1982 del mítico John Carpenter como uno de los mejores tanto del género de terror como del de la ciencia ficción. Y no en vano. No se puede negar que hablamos de todo un clásico y una película de culto, una obra que incluso me atrevo a afirmar que fue adelantada a su tiempo. Casi 30 años después de dicha producción, una de las criaturas alienígenas más enigmáticas y aterradoras del cine volvía a la gran pantalla para volver a generar miedo, intriga y suspense. Efectivamente esta precuela no se acerca al metraje de los años 80, pero a pesar de esto nos ofrece una magnífica hora y media de gritos. Esos gritos los consigue provocar mediante la misma fórmula que empleó el maestro Carpenter en su día, que es angustiarnos a través de la atmósfera de desconfianza y no darnos una forma realmente propia del monstruo. También es obvio que al conocer de lo que es capaz este hostil ser debido a lo que vimos durante la peli clásica esa sensación de sorpresa ya no es la misma. Ahora bien, esta cinta se asemeja en la medida de lo posible a la otra, y al mismo tiempo añade algunas variantes que la hacen diferente. No son muchas. Sin embargo tenemos otros detalles, que sin ser demasiado notorios a la hora de repercutir en el resultado final siempre son de agradecer. Como la nave que nos indica que la cosa es una especie extraterrestre con mucha inteligencia y con tecnología superior. Los personajes no se pueden comparar con los de la film original. Y la protagonista, lo siento, pero nunca podrá ser igual o mejor que el encarnado por Kurt Russell. Los efectos especiales me molan, aunque no tienen el encanto que sí tenían los efectos prácticos de la película de Carpenter. Por todo cuanto he dicho considero a esta precuela un noble intento de recordar a un Alien inmortal de la historia del séptimo arte, pero tristemente de noble intento no pasa.