Después de afrontar el espantoso título español (aunque el literal, 'El estudiante de secundaria' no ayuda nada) conviene estar precavido ante las maneras del director Christophe Honoré, nada sutil y sí muy esforzado por que quede claro lo que cuenta. El drama de un chaval (Paul Kircher, premiado de forma algo exagerada en San Sebastián) por la muerte de su padre está contado como si fuera la III Guerra Mundial con tragedia, dolor y mucha lágrima. El problema es que el caprichoso protagonista nunca llega a caer bien al espectador y eso es muy importante si el director quiere transmitir sentimientos con su obra. Todos giran en torno a él, incluso en la cama, pero nunca se explica el por qué, incluso a veces da la impresión en que el director es solo un 'mirón' de las inexplicables andanzas sensuales y sexuales de su protagonista. Atención al momento en que su madre (magnífica y siempre llorosa Juliette Binoche) recomienda a su hijo visitar el Pont Neuf, sí, donde ella rodó esa grandísima obra maestra.