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España España · Zaragoza
Voto de JRC:
7
Drama Stanley Philipps (Cusack) acaba de recibir la noticia de que su mujer, soldado en la guerra de Irak, ha muerto en el campo de batalla. El mundo se derrumba a su alrededor, pero Stanley debe mantenerse sereno porque tiene dos niñas a las que no sabe cómo dar la noticia. Al final, decide llevárselas de viaje a un Parque de Atracciones, esperando que el ambiente festivo mitigue el dolor de las niñas al saber que su madre ha muerto. Pero la ... [+]
20 de junio de 2008
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de otros juicios, críticas y valoraciones, lo más necesario de destacar de este reseñable debut es la mezcla de dos materiales altamente sensibles, entrelazados de modo sereno a la vez que con hondura.

El primero no es otro que el valor con mayúsculas. No tiene más nombre. Personas que, ahora mismo, están poniendo en juego algo que los que no lo hacemos, ni tan siquiera podemos acercarnos a comprender; pero que debiéramos hacer el esfuerzo, por lo menos, de reconocerlo. Son sus vidas de lo que se trata; la posibilidad de no volver a ver al hombre al que se ama, o a los hijos que se vio nacer. La posibilidad de que no haya mañana, y de que para los que se quedan sólo vaya a existir el ayer. El final del sufrimiento y la soledad para unos; pero también de la esperanza, del amor y de las ganas, para otros.

En la pérdida de Grace vemos la necesidad de una madre y la pérdida de una esposa, compañera, amiga y confidente. Es el viaje una excusa de Stanley para prepararse, junto a sus hijas, para cuando llegue el momento.

A pesar de que el piano de Jaimie Cullum nos guía en el trayecto, sin embargo, son las imágenes las que hablan por sí mismas. Es en una escena, que en principio parece una pequeña “trampa”, donde hallamos toda la esencia de aquello de que se trata… Del amor a los hijos. En la visita al supermercado, permite, finalmente, que las niñas se hagan los agujeritos en las orejas; una especie de iniciación para ellas. La ilusión en sus ojos es el contraste entre el mundo detenido del padre y el todavía rodante de las hijas. Y, aunque parezca buscado, no por ello deja de ser natural, ver entrar al padre en la casita de juguete. Enternece y emociona. Una maravillosa escena

A través de dos magnificas actuaciones; gracias a la contención y concisión de John Cusack, y a la mirada vulnerable, a la vez que inocente y comprensiva de Shélan O'Keefe (Heidi), no son pocas las escenas imborrables. Las horas insomnes de una niña de 12 años (y medio) son fáciles de comprender desde la experiencia que dan los años, pero difíciles de contemplar por todo lo que contienen. El padre, observando a su hija sola, sentada en la calle, sin haber dormido…
Se comprende a ese hombre que llama diariamente a su casa tan sólo para oír la voz de su mujer.
También que en un momento cualquiera pare el coche y se decida a hablar con sus hijas. Da igual que la escena discurra frente al mar, porque lo único que importa es el qué, no el cómo. Que es el momento. Ese en el que sólo existen ellos; nadie más ni nada más; el mundo detenido.
No es recurso fácil dejar el silencio, centrarse en las miradas, en las lágrimas. Poder imaginarle diciéndoles “¿Cuidaréis de mí, verdad?”.
La suerte de que tras la muerte y el duelo, le queden esas dos maravillosas criaturitas en las que siempre podrá apreciar el reflejo de su madre.

“Stanley y Grace se querían mucho. Eran muy amigos.”
JRC
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