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España España · Zaragoza
Voto de JRC:
9
Drama. Romance Yamada cierra su trilogía sobre samurais con esta historia acerca de un fuerte servidor del Shogun que pierde la vista mientras trabaja en el castillo. Su mujer, por la que siente devoción, se sacrifica para salvar su honor. Ahora el samurái promete venganza por su amor perdido y por su honor como guerrero... (FILMAFFINITY)
7 de septiembre de 2008
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
- ¿Se ve ahora alguna brillando?
- No -le contesta, cariñosa, Kayo, mientras sus diminutas luces verdes fluorescentes iluminan la tranquila noche.
Ella se lo acabará rogando entre lágrimas: "Deja que me preocupe por ti".

Con Love and Honor, Yôji Yamada culmina la trilogía sobre el Japón y sus costumbres, basadas éstas en la separación de castas, el servilismo y la sumisión inquebrantable a los códigos de honor. Estamos ante un tríptico sutil y poético, cargado de vida hasta el punto de definir para siempre lo universal del amor, la amistad y la lealtad. Y hay que decir que, es en esta última donde alcanza el mayor de los equilibrios entre la forma y el fondo, con una fotografía sencillamente maravillosa, y unos tonos amarillos, ocres y rojizos que colorean encuadres tan clásicos como expresivos.
En lo que nos muestra, vemos que continúa descubriéndonos el misterio femenino: la bondad, fidelidad, delicadeza y amor que componen ese universo. La humanidad de Kayo es un rayo de esperanza y, al mismo tiempo, de luz para el propio Shinnojo Mimura, y la manera de decirlo en forma de pájaro volando de su jaula lo simboliza.
Es, sin embargo, en la descripcción de los otros dos protagonistas donde esta gran película alcanza el equilibrio antes mencionado, y, por tanto, su grandeza. Del samurai que ejerce como catador no podremos olvidar durante todo el metraje lo grandioso de su sueño, abrir una pequeña escuela para enseñar a los niños el arte de la espada, adaptando la técnica a cada uno, sin distinciones de clases ni de orígenes. Expresa la consciencia y, a la vez, la crítica de algo de ese código que debería dejarse atrás.
Pero, no obstante lo escrito, es el sirviente Tokuhei el que hace que todo esto resulte difícilmente olvidable. Su actitud describe con mayúsculas la bonhomía que puede albergar el corazón de un hombre; sus lágrimas, la sinceridad de sus actos; su decisión en la escena final, la belleza de su alma.
El último plano congela el tiempo, y así permanece hasta conquistarnos. Nos acaricia suavemente.
JRC
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