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España España · Zaragoza
Voto de JRC:
2
Drama. Comedia Antonio (Javier Cámara) es un profesor que utiliza las canciones de los Beatles para enseñar inglés en la España de 1966. Cuando se entera de que su ídolo John Lennon está en Almería rodando una película, decide ir a conocerlo. Durante el viaje, recoge a Juanjo (Francesc Colomer), un chico de 16 años que se ha fugado de casa, y a Belén (Natalia de Molina), una joven de 21 que parece que también está escapando de algo. (FILMAFFINITY)
9 de noviembre de 2013
126 de 226 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuatro escenas y apenas veinte segundos bastan para comprobar cómo el quinto de los Trueba ha captado muy bien el estilo Garci. Se describe la España franquista (cómo no) y debemos estar en los sesenta. Todo muy cutre, muy sucio, muy de España profunda, pero que, oh milagro, en el cine resulta que refulge. Abrigos de corte perfecto, tweeds ingleses, colores berenjena, cartelería hiperfashion. Esos personajes tan oprimidos por esa España profunda (profundísima) resulta que van ataviados con ropajes de la última colección vintage de Ralph Lauren. Ni una motita de polvo. Ese recoleto coche en el que viajan nuestros tres ángeles, brilla como el sol. Ni la tierra del camino se le pega. Y qué pasarela de modelos la de la protagonista femenina. Oye, que en una maleta le cabe un vestido para cada día. Como el peor Garci, el del alcanfor, el barniz, la pátina y la irrealidad. Todo perfecto, ni una arruga, ni un botón desabrochado, ni un Guardia Civil con mancha en su uniforme... A años luz de lo que debían ser las vidas de esas gentes en esa España que David Trueba no conoció.

En cuanto al popurri de clichés, hay munición de la buena: el padre policía franquista que pega al hijo; la que intenta abortar saltando de una silla; el salido manoseador de jovencitas; el pobre profesor que se calienta la sopa en la plancha; el andalú de recepción al que no le entienden al hablar; los montes con el nombre del Caudillo como decoración; los niños mendigos que piden dinero; y, por supuesto, para no decepcionar a la parroquia, el cura que suelta mandobles... Y en la tele Fraga va Fraga viene. Ovación de la hinchada, con Marías y Millás a la cabeza. Qué España, dirán los propios. Como toca, sí señor.

Menos mal que David Trueba, que no conoció ni vio lo que describe, nos recuerda lo mierdas que eran todos los que habitaban aquella España. Sobre todo los andaluces. Ni uno bueno sale. Salvo los tres ángeles, el Catalán y la madre del muchacho, natural de Gerona, todo lo demás es ganado de tienta. Al larguero, David, casi nos la cuelas. Qué cool lo de el pan con tomate, lástima que lo inventara un aragonés. Y lo de clavarle al Catalán gafitas de pasta no está nada mal. Sutil diría yo. Y esa trompeta. El único ser sensible entre tanto salvajismo dictatorial. Menos sutil el tema de los acentos ¿El acento malagueño de la coprotagonista va y viene por algo o es que le daba la tos? ¿Es normal que el chaval, que se supone es de Madrid, tenga acento de Lérida (hoy Lleida, no se ofenda el respetable)? Ariadna, tan moderna ella con su autodeterminismo de nuevo cuño, hace de madre gerundense, pero parece más bien del mismo Valladolid. ¿Y de la dirección de actores qué? Aparte de la tendencia a la declamación de Jorge Sanz y Ariadna, el acento catalán del chavea madrileño y el amateurismo del resto del plantel, es cargante la retaíla de caidas de ojos, miradas furtivísimas e insinuaciones constantes de ella hacia el pobre Cámara. Joder, no me extraña que el bueno de Javier hasta le pida matrimonio.

Y, para que no falte de nada, como buena película española, una par de buenas... Qué escena más gloriosa la del manubrio. David, baja más la cámara. Muy de Pajares y Esteso. Qué bien estaba la chica. De vergüenza, como todo lo que no tiene que ver con la historia real de este profesor, amante de la música de los Beatles, cuya aventura sí mereció la pena, pero que David, con su obsesión por el sermón caducado y el pellizco de monja, aderezado con el almibar, el polil y el punteo del piano, convierte en un aborto de cine.

Si no fuera por Javier Cámara, que sostiene él solito la película, por lo que quiere contar y no sabe y por la última escena, con Strawberry fields forever sonando, le habría dado un uno.

Bona nit, Good night, buenas noschesss...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
JRC
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