El tema principal de esta película (que se repite varias veces) podría haber estado en cualquier otra de Bud Spencer sin desmerecer. De hecho, esta película la podría haber protagonizado tranquilamente el señor Spencer en los años ochenta. Sólo que aqui, al gordo peludo no lo acompaña un guaperas como Terence Hill, sino un híbrido entre el Gabino Diego de Torrente 2 y Camarón de la Isla. Los contados momentos en que te hace reír son pocos, aunque el estupor de intentar comprender cómo se ha llegado a rodar este esperpento te provoca tal bloqueo neurosensitivo que tampoco importa demasiado. A destacar la belleza de la monja, la pobreza miserable que se refleja en cada fotograma, y que el orondo niño amiguito del protagonista se llame Chancho, que significa cerdo.
Sólo recomendable para ver fumado (pero que muy fumado), porque quizás así sea de muchas risas. Sobrio y sin ayudas, no.