Toda una lección de cine en este excepcional biopic. Desde las prodigiosas interpretaciones (Whitaker, y nunca mejor dicho, está enorme), pasando por una fotografía sublime con unos juegos de luces y sombras de una belleza indescriptible, hasta la exquisita banda sonora que puede llegar a gustar incluso a legos del jazz como el que aquí suscribe, están realizados con una meticulosidad y una maestría al alcance de muy pocos.
Sorprende que ya hace casi veinte años el señor Eastwood supiese crear ya una obra de tantísimos quilates; sorprende que el señor Whitaker no haya vuelto a tener un papel acorde a sus tremendas capacidades; y sorprende e irrita que un peliculón de semejante calibre tan sólo se llevase un oscar secundario. La academia de las momias ya hace muchos lustros que la caga, y no parece tener ganas de enmendar ni corregir.
Del todo recomendable para cualquier espectador con un mínimo de buen gusto, y en especial para aficionados al jazz, que podrán ver satisfechas sus expectativas hasta límites pocas veces conseguidos.