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Nepal Nepal · Mitad del monte
Voto de Arendar:
10
Fantástico. Aventuras. Drama Adaptación de un cuento para niños de Maurice Sendak. Cuando Max, un niño desobediente, es enviado a la cama sin cenar, se zambulle en un mundo imaginario creado por él y que está poblado por feroces criaturas que le obedecen ciegamente. (FILMAFFINITY)
11 de mayo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he creído, y siempre creeré, que hay pocas personas que sobreviven a la "madurez" sin perder las virtudes de la infancia. Todas caen como monedas de oro por la brecha que hemos abierto entre lo que es "ser un adulto" y "ser un niño". "Compórtate como un adulto, que ya tienes una edad", "cállate, que están hablando los mayores"... Se ha tendido a crear una imagen falsa, una mitificación de lo que es "ser adulto", relegando a la infancia a un puesto de mero tránsito, una etapa que irremediablemente hay que pasar, cuyo único fin es la maduración mental y el crecimiento físico, apuntando a la adultez, que es el verdadero camino por la vida, el del hombre ya formado.

Con lo maravilloso que era ser un niño. Vivir en un mundo cruzado entre realidad y fantasía, ilusionarse con la cosa más pequeña, encontrar la felicidad en el juego inventado, querer sin prejuicios y limites, no saber de preocupaciones estúpidas, mostrarse siempre puro; el tesoro de la niñez. Pero somos los diablos, que todo lo maravilloso lo destruyen, y los vamos destruyendo a lo largo de la "madurez", adulteramos su esencia y los transformamos, tristemente, en adultos, que, al fin y al cabo, no son más que niños que han perdido la parte bonita de ser humano; como una hada que pierde las alas, y ya solo puede caminar; la parte estúpida, la parte desencantada. "No sé qué le pasó, llegó a ser un niño fascinante".

Es lo más triste del mundo, no saber valorar el potencial de los niños, e ir apagando su brillo poco a poco conforme pasan los años, y a la vez los utilizamos como reafirmante, para asegurar nuestra superioridad de adultos, para creer que somos los que tienen el poder del mundo, para no sentirnos tan perdidos.

Spike Jonze, adaptando el libro de Maurice Sendak, crea un relato tierno, dulce, lleno de corazón, maravilloso como la infancia. Un niño que se convirtió en rey de arena, troncos y piedras, y de monstruos que tenían miedo a la tristeza. De adultos que confiaron en el poder del niño, y recobraron la alegría.

Nunca antes había sentido emociones tan plenas; tanta alegría y, a la vez, tanta tristeza. Como un rayo de sol, o una lluvia en invierno, me conmueve hasta los huesos. Al final, la sensación de estar en paz con uno mismo, de haber sufrido y haber amado, ambas cosas desde el corazón, me dejan en el alma latente, viva y tranquila. Porque he disfrutado de los delirios de la preciosa infancia; de un reino de monstruos pequeños, frente a un rey gigante.
Arendar
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