Uno sufre y se desgarra con la odisea de este pobre obrero en compañía de su hijo. El retrato de la miseria generalizada, esa familia que podría representar a cualquier familia y como lucha por abrirse paso de una manera honrada, ese costumbrismo casi documental, todo ello duele te hace pasarlo mal.
Mucho mérito tiene lograr la empatía con el pobre Antonio Ricci salvando los 3000 kilómetros y 60 años que me separan de la Roma de la postguerra. A veces hay que pasarlo mal viendo cine, la realidad es así es dura y áspera, la alternativa es la ignorancia, pasar de todo lo que te rodea, quién tenga un mínimo de consciencia social no puede quedarse indiferente con un relato cercano a la triste actualidad cambiando los decorados.