Giacomo Leopardi, poeta renacentista, escribió “La Paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo”, siendo esta una frase que viene muy a cuento a describir esta película.

En el fondo, solo con ver el cártel uno ya sabe lo que va a ver. Una clásica historia de acción, con sangre, sexo, buenos y malos. Pero igual que el film, bajo esta apariencia se esconde una serie de virtudes.

Jonah Loop debuta como director, y quizá su problema sea precisamente el problema de todo joven: las ganas de comerse el mundo, de abarcar más de lo que es posible, de tener éxito allí donde otros ya se rindieron, en un género como es el de la acción, donde la dificultad estriba en innovar.

De este modo, bajo un prisma futurista, se nos muestra una historia del presente con vistas al pasado, como son las peleas de gladiadores. Loop apuesta por jóvenes promesas para sus papeles principal. Y la jugada le sale bien. Kellan Lutz y Nina Dobrev tienen una química exquisita en pantalla, y le ponen una intensidad alentadora a las escenas.

Quizá no debieron vender como actor principal a Samuel L.Jackson, que actúa como secundario. Pero el reclamo publicitario es el reclamo publicitario, aunque los que vayan esperando encontrar otro Pulp Fiction u otro Duro de Matar pueden olvidarlo.

En cualquier caso, veremos la idea de La Isla de los Condenados algo más desarrollada. Unos hombres secuestrados que tienen que matar o morir, en el viejo juego de gladiadores, para deleite del público y la audiencia. En esta ocasión, los personajes están algo más desarrollados, se trata más la relación entre ellos y se pretende dotar de cierto humanismo al sangriento acto.

De este modo, teniendo en cuenta la juventud del director y los actores, hay que quedarse con las buenas sensaciones y el rato entretenido que hace pasar esta película.