Si tengo que sacar una conclusión positiva a la gran cantidad de pelis sobre zombis que nos rodea es que el género tiene capacidad para reírse de si mismo. Y asi si teníamos en “Zombies Party” a los clichés de Romero pasados por el buen filtro del humor inglés en este caso le toca el turno a un humor norteamericano, el cual, toma la alternativa con gran acierto.
El humor que impregna esta peli es franco y directo. El metraje trascurre a golpe de carcajada limpia y con gran tino en la configuración de sus personajes y en la elección de los actores que los interpretan. El arranque de la peli es superlativo, al más puro estilo cartoon y continua con un humor blanco y amable que a la vez respeta los lugares comunes, incluyendo los más sangrientos, del género que parodia.
Quizá el único defecto sea que no tiene fijado un camino claro hacia su resolución, igual que sucede con la incierta ruta de los protagonistas, con varios actos muy delimitados y diferenciados que parecen más pertenecer, por su falta de unidad, a los primeros episodios de una serie más que a la propia película.
Pero esto es disculpable si entre estos actos encontramos uno de los más divertidos y alargados cameos de la historia del cine, aportando además a la película, algunas de sus mejores escenas. Justo las que preceden a un clímax algo forzado y desplazado del conjunto.
No es pues una película perfecta pero si un entretenimiento seguro que sabe manejar bien sus cartas y que al igual que sucedió en el Festival de Sitges (donde logró un merecido Premio del Público) logrará sacarnos las vísceras de nuestros estómagos... de pura risa.