Animación setentera europea para adultos. Con eso está dicho todo. Tendremos distopías, denuncias sociales y desnudos, en especial de las mujeres. Y algo de sexo. Es que es para adultos y europeo. Y una animación completamente alejada de la estadounidense, en especial de Disney, más próxima a los comics europeos para adultos -los llamados comix- con inspiraciones surrealistas a la hora de ambientar extraños planetas como el que nos ocupa.

En los años 50 a varios escritores europeos de ciencia-ficción les dio por reflexionar sobre la humanidad investigando extrañas sociedades distintas a la humana pero con patrones de comportamiento muy humanos. Así se publicó "El Planeta de los simios" por Pierre Boulle en 1963 y anteriormente, en 1957 la novela "Oms en serie" de Stefan Wul y que se ha adaptado para este "El Planeta salvaje". Un guión muy progre, izquierdoso, con dos sociedades enfrentadas y desiguales, los gigantescos draags y los oms, humanos escapados de una Tierra destruida y que son tratados como animales domésticos o como plagas a exterminar y que han olvidado toda su cultura, una especie de hombres de las cavernas. Un humano domesticado y escapado, como un negro de las fincas algodoneras sureñas, hará de puente y abrirá la cultura, el conocimiento y la esperanza a los humanos. Una historia que en el caso de los humanos recuerda a los naa'vi de "Avatar" y el planeta Pandora al Planeta Salvaje.

René Laloux, con mano de obra checa, se marca una película de animación que ha envejecido mal, rancia en sus conceptos, en boga en los 70, con los intelectuales europeos de solapón ancho y amigos de la revuelta social, pero que sigue manteniendo ese toque de curiosidad obsoleta.