El Charles Bronson de los 70 para adelante hacía siempre el mismo papel: un tío que trata de ir por lo legal y hacer las cosas por las buenas, pero tiene que acabar poniéndose serio porque facinerosos varios y autoridades inútiles le llevan a ello. Esta película no es una excepción, aunque tiene un contexto más trabajado que sus películas "de justiciero" posteriores, su mensaje es menos carca (de hecho, la película critica abiertamente el racismo antilatino de gran parte de la sociedad del sur de EEUU), y está dirigida con bastante profesionalidad con un artesano con oficio como Richard Fleischer. Las interpretaciones son correctas, los giros del guión no caen en el ridículo y en general es una película entretenida, aunque un poco previsible en su desarrollo y algo lenta en algunos pasajes.

No está mal.