Una secuela que regresa con todos los honores y toda justicia, manteniendo el nivel de ese sleeper del cine de acción que ya sorprendió y reactivó a Keanu Reeves, una estrella que se encontraba algo perdida. Volvemos a disfrutar de su resplandeciente acción, de sus vibrantes persecuciones, de sus incontables muertes y de su estética pulp.

Un portento de la inventiva vengadora. Lo que se pierde de efecto sorpresa, se gana en violencia cruda y dura. Vislumbrando todo lo que da de sí un simple lápiz en manos adecuadas.
Así pues, por sus coreografías perfectas, por su toque nostálgico, John Wick, es un personaje imperecedero, que bien se merece un tercer capítulo que cierre el círculo. Todos nos lo merecemos, incluido su anónimo perro.