Chistes ancestrales aparte, en este caso la abuela (Sardá) es de lo poco vadeable del naufragio total de la película. Si ya los ocho “vascos” tenían la gracia justita (Ocho apellidos vascos era una cinta súper inflada gracias al boca/oreja), en esta ocasión, las risas no es que no se incrementen, sino que además el “dime y yo cuento” no ha bendecido esta producción y no ha tenido el éxito previsto en un inicio, aunque si suficiente para que temamos la previsible tercera parte.

En realidad la película tiene pocos momentos hilarantes, y pocos personajes son salvables, concretamente tres: Errejalde, Sardá y el nuevo hipster- modelo Berto Romero. Sin embargo, son los escenarios y localizaciones (pueblos y masía catalana) los principales atractivos visuales del film. Pocos argumentos para tanto éxito previsto.

Pero en el cine, hay secuelas inevitables, y éxitos certificados, solo falta una machacona campaña publicitaria, y el beneficio es muy muy probable. Tópicos nacionales y referéndums aparte.