Interesante muestra del nuevo producto nacional que destaca principalmente por un ritmo bastante conseguido que sólo frena en algunas ocasiones y unas buenas interpretaciones de sus protagonistas.

Hablamos de una coproducción hispano-argentina dirigida por un Daniel Calparsoro que seguramente haya conseguido llevar a cabo su mejor obra desde la ya lejana en el tiempo, pero no por ello menos interesante, Asfalto (2000).
Tratando un tema muy actual (lamentablemente) consigue enganchar al espectador prácticamente desde el primer minuto, manteniendo el nivel siempre en alto, a pesar de algunas incongruencias y algunos momentos innecesarios. Intenta hacer que las cosas no sean lo que parecen, cosa que siempre mola, y cosa que logra en bastantes ocasiones.

En cuanto a las interpretaciones tengo sensaciones encontradas. Es cosa mía. Me explico. A mi entender Luis Tosar es sin lugar a dudas el mejor actor español de los últimos tiempos. Obras como “El niño” (2014) o “Mientras duermes” (2011), me hacen creer firmemente en ello. El problema es que en esta película y desde mi humilde opinión ha estado un poquito por debajo de su nivel. Esto quiere decir que si le tuviese que puntuar le pondría un notable en lugar de un sobresaliente… Tampoco es tan trágico ¿no?.
Y por otro lado, para contrarrestar la sensación anterior, me ha encantado el trabajo de Rodrigo de la Serna. Conocido por su aparición en algunas series y pelis menores, su principal papel hasta el que nos ocupa lo desarrolló en la interesante “Diarios de motocicleta” (2004), interpretando a Alberto Granado, el inseparable amigo del Che Guevara.
En “Cien años de perdón” da el gran paso definitivo en su carrera. Oiremos hablar mucho de él. Y oiremos hablar bien.

En resumen, una película que aprovecha la actualidad que nos toca vivir y que consigue, en cierta manera, empatizar con el espectador. Eso si, el desenlace me supo a poco. Tal vez sea porque en estos temas yo me decantaría por una opción un poco más radical.