Y no, no funciona.
Como bien dijo Pablo Kurt, Oliver Stone destrozó una historia de Tarantino que podría haber resultado más que interesante, pero que finalmente se quedó en un provocativo y cargante experimento visual.

Su mayor lastre es un arriesgado montaje videoclipero que empieza llamando la atención pero termina resultando tedioso y mareante. Su acompañamiento es una banda sonora consistente en canciones punk, rock y grunge, una selección musical tan alternativa como la película pretende ser.

Los personajes no ayudan. La mayoría resultan recargados de más, casi sobreactuados, como ese forzado Tomy Lee Jones que no acaba de cuajar o ese Robert Downey Jr. que tal vez encaje mejor. En cualquier caso, esos personajes son un buen ejemplo del toque de humor Tarantinesco que Stone pretendía imitar, fracasando de forma estrepitosa.

El argumento es pobre y la trama es muy irregular. El tema a tratar era el elemento clave de la película, pero no hay indicios de que se haya trabajado bien: Se abusa en exceso del recurso de la violencia explícita, que acaba haciéndose tan cargante como el propio montaje, y la crítica al sensacionalismo televisivo es demasiado evidente y reiterativa como para considerarla inteligente.

En resumen: Asesinos natos es una pretenciosa película que, fallando en su intento de innovar, provocar y sorprender, finalmente acaba resultando efectista, casi molesta y, como mucho, curiosa.