Decía el padre Pablo d´Ors en Biografía del silencio, que idealizar un recuerdo es siempre peor opción que la realidad. Pero en esta secuela de Frasier el humor culto y refinado que tenía en su serie original y en Cheers, era maravilloso y ya no lo es porque no tiene buenos compañeros de plato, que eran los que acompañaban su pedantería en una u otra dirección. Han pasado más de veinte años y la formula ya no funciona.

Kelsey Grammer sigue teniendo un humor físico envidiable a sus casi 70 años y en algunos capítulos es ciertamente divertido. Pero la decepción viene no solo por el paso del tiempo, creo firmemente que no tiene unos buenos guiones y no tiene un buen reparto. Las comparaciones son odiosas y a excepción de Nicholas Lyndhurst, a todas luces un cómico de raza, el resto del reparto actual no tiene gracia, no acompañan al personaje ni generan divertimento al espectador.

Hay un par de cameos en esta primera temporada, pero el problema de esos cameos es que resultan muy forzados y son poco creíbles.
La serie original tenia un elenco de actores increíblemente graciosos, que funcionaban como un reloj suizo, empezando por su hermano en la ficción que es uno de mis personajes preferidos de todos los tiempos. Había mucha química humorística entre los personajes, por eso fue un éxito durante once años.

Me quedo con el recuerdo y con seguridad volveré a ver la serie completa, la primera.