Jueves por la noche. Decido ver una película. Miro mi estantería....y la encuentro.
Estoy cansado del curro y me apetece ver una película ligera, además de que es nueva en mi colección y creo que es el momento de sentarme a disfrutarla.
Empieza el largo y es justo lo que me imaginaba, un cuento infantil, con toques realistas pero nada profundo en exceso. Disfruto.
De pronto, giro argumental...la película empieza a tener tintes más serios. Me reclino hacia adelante en el sofá. Disfruto el cuento pero cada vez me atrae más la relación de la niña y el hombre. Cuando me doy cuenta estoy atrapado por una historia en la que el cuento es más que un cuento, y no puedo parar de verla. Los personajes imaginarios ya no son simples personajes, sino que encarnan la ilusión, la esperanza, el deseo.....
Escena final. Asalto al castillo y camilla.
Me quedo sentado reflexionando. ¿Quién ha ayudado a quién? ¿El poder de la esperanza es tan fuerte? ¿Cómo se me puede estar cayendo una lágrima?
Me voy a dormir y le sigo dando vueltas a todas las posibles interpretaciones de la película.
No logro dormir porque algo dentro de mi se ha desvelado y me juro a mi mismo que no me volveré a fiar de películas con apariencia infantil nunca más.