En su cortometraje "L'etrange portrait de le dame en jaune", Hélène Cattet y Bruno Forzani conseguían el milagro de narrar una historia dentro de un plano enfocado desde una perspectiva para nada convencional. La cámara no se movía, todo se construía sobre los reflejos y la formalidad del encuadre, usando algunos códigos del giallo (guantes negros, fotografía con colores fuertes y contrastados) para generar además una inquietud desde los aspectos formales. En "Amer" lo llevaron más lejos. La cámara ahora sí era móvil, y su películas se construía como una alegoría de la propia vida pasando por tres fases muy determinadas. Aquel trabajo de 2009 se cuenta entre los mejores de su año, y cabía esperar que con "L'étrange couleur des larmes de ton corps" pasara lo mismo. Lamentablemente no es así, pues aunque sigue siendo un trabajo con momentos de cierta fuerza el global no es capaz de alzar tanto el vuelo.

El problema de "L'étrange couleur des larmes de ton corps" es que parece una especie de boceto, de croquis, de lo que sería "Amer". La intención es más narrativa en los primeros minutos pero no tarda en volverse loca y no saber demasiado bien por dónde salir, forzando la experimentación formal para caer de lleno en la irregularidad. Así, mientras que tenemos secuencias de indudable potencia (la mujer sentada en la silla, el bloque del asesinato en la buhardilla) otras son de una pobreza alarmante (casi cualquier flashback sobre fondo blanco). Pareciera como si lo conseguido en su trabajo previo fuese demasiado convencional y que quisieran ahora crear una experiencia más loca, por el simple hecho de hacerlo. El resultado, funciona por momentos, pero deja con ganas de más. De más de la parte buena, claro. Lo único que puede decirse, como colchón, es que "L'étrange couleur des larmes de ton corps" como ocurría con "Amer", no es para nada una película convencional. Lo que significa que lo que cada cual vea en ella, lo que le transmita o inspire, será totalmente diferente. Es injusto des-recomendarla, pero en mi opinión, no está a la altura de lo que cabría esperar de Hélène Cattet y Bruno Forzani.