Hace unas semanas, Ethan Hawke asistió a un programa para promocionar "Tesla" (Michael Almereyda, 2020) y dijo algo con lo que estoy muy de acuerdo, "Una buena película es la que empieza cuando termina. Cuando sales de la sala y sigue creciendo en tu cabeza, en las conversaciones posteriores". Y Tenet, y gran parte del cine de Christopher Nolan, parte de esa misma idea. Esta vez eso sí hay una diferencia radical, aunque lógica después de "Dunkirk": Nolan se ha cansado de narrar y prefiere que sean las imágenes las que hablen por él.

Y es que literalmente a los 15 minutos de película asistimos a la escena que servirá de base para las siguientes dos horas y pico, cuando un personaje suelta "No trates de entenderlo, siéntelo". Nolan nos dice que dejemos de darle vueltas a las cosas, que disfrutemos del torrente audiovisual que plantea Tenet y que quizá, por llevar seis meses largos sin ir al cine por el tema de la pandemia, me ha permitido gozarme como hacía tiempo que (no sabía que) necesitaba de una experiencia de puro deleite visual y música. Potencia sin control, sí. Pero qué potencia, compañeros.

La historia de la película entra en una servilleta e involucra un robo y la libertad. Qué original, ¿eh? Pues espérate que vamos a poner el tiempo plegándose y desplegándose (muy 2020 esto, que hemos pasado de marzo a agosto sin darnos cuenta) para terminar de volvernos locos del todo. Porque Tenet es, en resumen, la película que Nolan ha hecho para todos aquellos que se quejaban de la sobreexposición, de la voz en off, de personajes que explican la trama que vemos en pantalla. ¿Que no os gusta eso? No pasa nada: os vais a cagar.

Y es algo que ya ocurría con "Dunkirk", una película bélica que funcionaba como un tiro a través de un montaje excelso (tanto musical como visual) pero cuya trama era mínima. Ahí el factor humano era el que nos arrastraba, algo que Tenet no puede sumar a su favor porque todo es frío, distante, aséptico. ¿La hace eso peor? En términos narrativos sí, claro sin duda. ¡Pero el cine no es eso! El cine lo es todo, el total de las partes. Y Tenet es una experiencia de esas que vale la pena ver en grande (pero con mascarilla, ¿eh?), gozando de lo que plantea y sintiéndolo, sin tratar de entenderlo.

Demos gracias a Nolan porque en tiempos de blockbusters masticados, de la dictadura moral de Disney y las franquicias eternas, se ha atrevido a gastar vete tú a saber qué dineral en hacer un monumento a sí mismo llamado Tenet y que puede gustarte más, o puede gustarte menos, pero algo está claro: no te dejará indiferente porque incluso en los fracasos, y especialmente en los que lo son como este, hay fascinación y valentía.