Es esta una de esas películas que destilan esencia, en este caso la del Jazz, y entiéndase la etiqueta desde la raíz, desde sus orígenes, olvidémonos de la música y la multitud de vertientes por ahora.
Vista como un biopic, la historia de Charlie Parker no es sinó la historia de un músico negro de la época. No importaba tu talento, tu grandeza, tu éxito en el momento y dejemos a un lado la repercusión póstuma. El presente de un músico negro de aquellos tiempos era un relato de supervivencia diaria.
He tenido la ocasión de leer las memorias de Billie Holiday, narradas por ella misma, en fin, para qué contar. Una historia similar a la de nuestro saxofonista, quizás mucho más dura, qué más da. Negros geniales a los que les tocó vivir malos tiempos. Por cierto, no sé hasta qué punto son mejores los que ahora corren.
Así fue el Blues y así nació el Jazz, desde el puro instinto vital. Dicen que el hambre agudiza el ingenio, que se lo cuenten a ellos.
Y es que esta historia es puramente de negros norteamericanos, es ello uno de los puntos cruciales de la grandeza del film. Clint, como buen loco por la música lo sabe, lo sabe como pocos blancos lo saben, y así lo refleja.
Clint Eastwood vuelve a permitirse el lujo de contar algo que domina y que le apetece mucho contar. La película es un puro deleite.
Como siempre, muy bien dirigida y con un excelente casting. Lo de Forest Whitaker en esta ocasión es para volverse a reír de memeces como los Oscar, a este le debieron dar dos por el papelón que interpreta. Lo que aquí transmite el muchacho no es nada fácil, volvemos a la pura esencia.
Ah perdón, la música ni la he mencionado. ¿Para qué perder el tiempo?. Amigos, es Charlie Parker y los que le rodeaban, suficiente, ¿no?.
Una delicia.