Invictus es una bella película, maravillosamente interpretada, acerca de uno de los personajes más admirables que nos ha dado el siglo XX. No le pongo más nota porque me aburre el rugby, sobre todo al final de la película, pero la hazaña deportiva es sólo una excusa para presentarnos la figura de un hombre sin rencor empeñado en la reconciliación de su país. Como ya se ha dicho casi todo, os incluyo el poema que da título a la película y que se supone que ayudó a Mandela a seguir adelante durante sus 27 años en la cárcel. Creo que es una gran lección de humanidad.

Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen
por mi alma invicta.

Caído en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.

Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley (siglo XIX)