A lo largo de mis casi 4 décadas, he tenido la inquietud de saber qué ocurrió entre los años 1933 y 1945 en Alemania para que tanta gente, a la vez, se volviera completamente loca y siguiera a unos racistas, psicópatas y manipuladores. Empecé hace mucho tiempo atraído por todo su misticismo, sus confabulaciones, sus delirios de grandeza… Poco a poco, fui contrastando la información, que era indudable que así había sido. Eran tiempos de creerte todo, de no saber que podía haber varias fuentes y de tender a etiquetar en buenos y malos.

Luego, mi experiencia me hizo sorprenderme de muchas cosas. En la universidad me explicaron, en una asignatura de educación especial, que en Estados Unidos los americanos estuvieron haciendo prácticas nazis hasta los años 70. Oí hablar, antes, del ku klux klan. También conocí polacos que me dijeron que odiaban infinitamente a la Rusia comunista que a la Alemania nazi, por una cuestión de años de estancia. Y, por último, leí el libro de Viktor Frankl, psiquiatra judío que estuvo en Auschwitz, y relató su estancia allí, de una manera muchísimo más cruda de la que nunca jamás había visto. La ilusión por vivir, por ver a tu familia, te hacía vivir. si no, morías de pena. Eso nunca lo vi en una pantalla de televisión. Frankl vivió sin saber que su familia ya estaba muerta. De haberlo sabido, no lo habría podido soportar.

Todo este bagaje me hace ver, hoy día, la historia de una manera diferente. Pongo en duda lo que me cuentan, no me fío, trato de ver quién me lo cuentan. Si es muy procomunista, cotejo con el autor y ya desconfío. Si es muy de derechas… Bueno, esto no suele ocurrir. Pero si lo es, sobre todo en películas pasadas, de otro tiempo, me río de ver lo mentirosos que son. Por eso, disfruto cuando alguien me cuenta algo de la manera más neutral posible…

Y entonces, aparecieron las fotos al final de esta película. Las verdaderas fotos del fotógrafo de Mauthausen. Y dije… ¡guau! Es verdad… Y disfrute la película mucho más, la rumié, como las vacas...