Cañonazo directo a la pupila del espectador. Mercero dijo cómo se le ocurrió la idea: tenía el principio y tenía el final. Llamó a Garci para desarrollar la idea y cubre el impacto con una crítica a una sociedad perturbada y perversa, insolidaria, que roba en momentos de duelo, que se ríe del mal ajeno, que hace ganchillo mientras otro ser humano se la está jugando, que disfruta con la ruina de los demás (actual, Sálvame).

La sensación claustrofóbica de quedar encerrado en una cabina transporta al televidente a un agobio psicológico. La ausencia de diálogos aumenta el sabor trágico. No me imagino mejor actor que López Vázquez. Quizá Agustín González… que también aparece.

Desgarrador final.