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Voto de Óscar San Martín:
6
Drama Jerez de la Frontera, 2012. Rocío, una madre soltera y sin trabajo, no recibe ningún tipo de ayuda ni subsidio. Vive con a su hijo de ocho años en un piso cuyo alquiler no paga desde hace meses, de modo que el dueño la amenaza continuamente con echarla a la calle. Para hacer frente a los gastos de manutención y alquiler, realiza trabajos ocasionales mal pagados y vende en el top manta objetos encontrados. (FILMAFFINITY)
5 de diciembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 2012 la crisis financiera que pasó nuestro país tuvo su punto más álgido, el paro subió hasta un 23% y los desahucios estaban a la orden del día. España vivió uno de los peores momentos de su historia reciente.
El cine nos ajeno a toda esta situación y poco a poco empiezan a aparecer films sobre esta crisis que tanto nos afectó a muchos y destrozó los sueños de otros. Ya hace un par de años Isabel Coixet nos trajo ese drama "Ayer no termina nunca" y este viernes llegó a nuestras pantallas uno de los dramas más realistas sobre este período, "Techo y comida".

Jerez de la Frontera, 2012. Rocío, una madre soltera y sin trabajo, no recibe ningún tipo de ayuda ni subsidio. Vive con a su hijo de ocho años en un piso cuyo alquiler no paga desde hace meses, de modo que el dueño la amenaza continuamente con echarla a la calle. Para hacer frente a los gastos de manutención y alquiler, realiza trabajos ocasionales mal pagados y vende en el top manta objetos encontrados.

Retratada de forma realista, el debutante Juan Miguel Del Castillo consigue meternos en la historia gracias a una puesta en escena humilde y sin concesiones. La cámara no se separa de Rocío en ningún momento, y así nos hace ser testigos de la situación que está viviendo.
Con medios técnicos limitados el director no necesita más para retratar la realidad vivida, retratar la vida de uno personajes con mala suerte, ingenuos, pero que siguen en pie con la esperanza de que algún día les irá mejor.
Su guión muchas veces roza la exageración, pero cuando está a punto de hacerlo encuentra el punto de estabilidad, y por desgracia nada de lo que cuenta nos suena a desconocido.

Pero uno de los mayores logros del film, sin duda, es la interpretación de una Natalia De Molina inmensa, diga de un segundo Goya. De Molina se mete en la piel de esta Rocío para ofrecernos un personaje desgarrador, golpeado por la vida, huidizo en muchas ocasiones y sintiendo vergüenza en otras de la situación a la que está obligada. Además la química que la joven actriz tiene con el niño Jaime López consiguen que la relación madre - hijo sea de lo más creíble del film.
En definitiva, un film duro de visionar por la realidad que retrata de la que hemos sido testigos, pero necesario como crítica a una sociedad que tiende a dar la espalda y olvidar.


Óscar San Martín
Óscar San Martín
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