Esta película constituye una de las historias más bellas que he visto reflejadas en el cine en mucho tiempo. Es una historia de amor entre un padre y sus hijos; entre éstos y la naturaleza; y entre todos ellos y la madre ausente. Es, además, una lección de vida basada en la verdad y en el contacto íntimo con la naturaleza, sin artificios ni medias tintas. Emociona y conmociona al mismo tiempo. Nos emociona su ternura. Nos conmociona su sinceridad. Es un poema en imágenes. En parte desgarrador, por la muerte de la madre. En parte feliz, por las vivencias de los hijos. Y en el todo lleno de energía y optimismo, por la fuerza de todos y cada uno de los personajes.

Viggo Mortensen está soberbio en su papel. Pero no lo están menos todos y cada uno de los jóvenes actores que le acompañan. Esta película me ha reconciliado con la vida y con el cine. Pues últimamente desesperaba de ver nuevamente una historia que pudiera divertir a la par que enseñar. Esta película merece figurar entre las diez mejores de 2015 aunque los premios y los críticos "oficiales" difícilmente sabrán apreciarla.

El director y guionista de la película, Matt Ross, da una lección de buen hacer cinematográfico. Algún director (ex-actor) español de última hornada debería tomar ejemplo de este cineasta de 47 años que ha sabido desempeñar ambas funciones con total solvencia. Hasta tal punto que ha conseguido que a pesar de durar casi 2 horas no solo no parezca larga sino que nos deje con ganas de ver más.

¡Gracias por esta historia llena de ternura, fantasía y esperanza!