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España España · Pamplona
Voto de Asier Gil:
4
Drama Hank Palmer (Robert Downey Jr.), un importante abogado, regresa a su hogar tras la muerte de su madre. Se entera entonces de que su padre (Robert Duvall), que es el juez del pueblo y de quien está distanciado, es sospechoso de haber cometido un crimen. Su decisión de investigar el caso lo lleva poco a poco a restablecer con los suyos una relación que estaba rota. (FILMAFFINITY)
18 de diciembre de 2019
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Los errores no se olvidan jamás. Los grandes errores, esos que no necesitan que la gente te los recuerde, se adhieren a tu interior y moldean tu carácter, por temor a volver a cometerlos. Por eso, cualquier oportunidad de redimirse debe ser aprovechada. Y para un juez de un pequeño pueblo de Indiana, con 42 años de justicia inmaculada a sus espaldas, el borrón de haber dejado en libertad a un joven que agredió a su novia y que, días después de pisar la calle, acabó matándola tiene que ser corregido, reparado. La oportunidad llega una noche de lluvia, con el infame montado en bicicleta frente a los faros de su coche en una carretera secundaria, lejos de miradas ajenas. ¿Qué camino elegir: integridad o ajusticiamiento? ¿Cuánto pesa aquella falta en alguien que lo único que desea es que, el día de su muerte, las banderas ondeen a media asta?
Su hijo, un abogado cínico y ventajista de Chicago, es en quien se centra 'El juez'. Al igual que su padre, también cometió un error en su juventud, que lo llevó a poner tierra de por medio y huir de un hogar de severidad asfixiante y huérfano de afecto. Debido a la muerte de su madre, vuelve al pueblo y se enfrenta a su progenitor, al que defenderá cuando sea acusado de asesinato, en un intento de corregir los años pasados en los que dio la espalda a la familia.
A David Dobkin, director de comedias ligeras como 'De boda en boda', la película le viene grande. Excesivamente grande. Con un guion que salta sin red del 'trhiller' judicial al melodrama familiar, cargado además con pinceladas cómicas, el realizador norteamericano filma un proyecto mediocre que no está a la altura de su reparto. Incapaz de centrarse en un aspecto, en 141 minutos de metraje embute a las bravas todo tipo de géneros y tramas: vuelta a casa, redención en la relación paternofilial, intriga en la resolución del caso, problemas matrimoniales con una hija pequeña de por medio, encuentro con una exnovia que tuvo un retraso de esos que se asimilan en nueve meses, trauma interior por un accidente que truncó la vida de su hermano... No obstante, para evitar desconcertar al público, Dobkin satura cada secuencia con una banda sonora pegajosa que dicta al espectador lo que debe sentir en cada momento. Un error más en todo este embrollo, ya que las confrontaciones entre los dos protagonistas eran lo único que se podía salvar.
Y ello, gracias al buen hacer de Robert Downey Jr. y Robert Duvall. El primero luce trajes de marca y se excede en sus gestos faciales para potenciar una comicidad que sobra, aunque en su duelo dramático con su compañero de reparto se muestra a la altura. Y Robert Duvall es el que más sustento otorga al filme. Acierta en erigir un personaje férreo en sus convicciones pero achacado por el peso de la edad y de una enfermedad que merma sus capacidades -otra arista argumental más que añadir a la lista anterior-. Billy Bob Thornton y Vincent D’Onofrio también destacan en sus papeles, pero la cinta se centra tanto en los dos protagonistas que casi cuesta calificarlos como secundarios.
Dobkin intentó contentar a todo el mundo con múltiples enfoques, pero su cine carece de una calidad narrativa suficiente para hilvanar semejante conjunción de tramas. Un fallo excusable. Ahora bien, desperdiciar de esta forma el talento de Robert Duvall debería estar penado por ley. Es uno de esos errores que nunca se olvidan.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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