La primera película de Ases Calientes no tenía ambición alguna, tan sólo tenía los objetivos claramente marcados. Una película de acción sin querer destacar en nada en particular. La segunda parte sigue los mismos preceptos básicos y no va a llevarse ningún Oscar, eso está claro.

La excusa esta vez es la siguiente: un funcionario del gobierno que ha dedicado la mayor parte de su vida a servir y trabajar por su nación es marcado por una organización que ofrece la nada despreciable cantidad de tres millones de dólares por su cabeza. Claro está, atraídos por el dinero, aparecen asesinos de todo tipo (y estereotipo). Un doctor muerte que aprovecha la cara de sus víctimas, una viuda negra que está para mojar pan y que acostumbra a matar besando, una "familia" a cada cual más colgado (incluye la figura del gordo tonto y, además, nazi)...

Todos ellos confluyen en el búnker donde tienen "protegida" a la víctima, donde entrarán cada por sus propios medios y como mejor saben hacer las cosas. Es en este momento donde las escenas más disparatadas y violentas aparecen y el punto álgido de la película. Sangre y muerte. Éste es el atractivo principal de la película, sin más. Si te gusta las películas de acción pura y dura donde los límites rozan el surrealismo en ocasiones, tienes que ver esta película. Y si te gustó la primera, ya estás tardando en ver esta segunda.