Desde tiempos inmemoriales y hasta el presente la violación de mujeres por parte de las tropas vencedoras es un habitual botín de guerra. "Inspirada" en hechos reales cometidos por soldados soviéticos en un convento polaco al finalizar la Segunda Guerra, violando y embarazando a varias monjas y novicias que fueron asistidas por una enfermera de la Cruz Roja francesa, este filme te deja sin aliento por el horror de la trama y por la belleza de la realización.

Tomando como base unos sintéticos cuadernos clínicos de la enfermera los guionistas escribieron un contundente y espeluznante relato que seguramente debió crear algunos personajes y hechos ficcionados con fines dramáticos. Sin embargo, el forzamiento carnal y la culminación como parturientas de las religiosas (tema brutal en sí mismo) no es el asunto central de esta película. La historia gira en torno al secreto, al ocultamiento y a la vergüenza.

Las reglas absurdas y dogmáticas de la religión son tibiamente puestas en cuestión y, para conformar a tirios y troyanos, también se controvierten las convicciones comunistas de la protagonista. Estas debilidades del guión sumadas a un edulcorado desenlace no le restan efectividad a los hechos contados por una dirección que opta por la economía de recursos narrativos, apelando a una excelente fotografía de contrastes grisáceos en el nevado invierno polaco, la negrura de los hábitos y la frialdad de las piedras del convento, a una banda sonora rica en canto gregoriano y, fundamentalmente, a grandes actuaciones de todo el reparto que te erizan la piel. La polaca Agata Kulesza compone una mujer que es una soberana hija de puta, con maestría a pura gestualidad.

Más allá de las inconsistencias de libreto, es una buena película que recomiendo ver a quienes gusten del drama potente.