Recuerdo la gran promoción que tuvo el estreno en 1998 de este film en Argentina. Como algo 'revolucionario', 'nunca visto'...
Con esa expectativa fui a verla junto a algunos amigos y amigas un sábado de noche veraniego a la calle Lavalle, la que era 'la calle de los cines' en pleno Buenos Aires, a cuadras del Obelisco, donde transcurre las primeras y mejores logradas escenas de la película.
Y con mis veintipico de años de aquel entonces y de mis acompañantes, lo que me encuentro es un acercamiento a la marginalidad callejera, con escaso argumento, actuaciones desparejas, cruda mirada, pero sólo eso. Ni respuestas, ni propuestas, ni explicaciones... Sólo un acercamiento anecdótico de 'seres invisibilizados', supuestamente por los grandes medios, que quizás fue la idea de estos directores...
Y quizás los críticos, viviendo en un submundo cultural, tampoco habían registrado esa existencia, y de allí los grandes elogios en radios, revistas y canales...
Pero para mi, y para las personas con que fui al cine aquella noche, no era ninguna novedad. Ciudadanos de a pie, de clase media, habitué de trenes y subterráneos, colectivos y estaciones terminales, trabajos comunes, estudios en aulas llenas, nada nos sorprendió ni nos 'sacudió' la cabeza. Ya conocíamos esa realidad, la cruzábamos a cada rato. A otros jóvenes como nosotros en la sala les causaba gracia y festejaban las trasgresiones de los protagonistas; y otros espectadores, sí, miraban azorados, una realidad que, sin embargo, estaba en las narices de cualquiera que quisiera verla. Entonces la película fue algo así como una muestra de cruda realidad de hora y media, que, para nuestra sorpresa, era desconocida por muchos argentinos. ¿Tan oculta estaba esa realidad? ¿Era necesario hacer una película de la marginalidad urbana para darla a conocer? ¿Es cierto que no sabían que todo lo que pasaba existía, en muchos rincones de nuestra Buenos Aires noctámbula?
Sólo bastaba salir del cine y prestar atención a las calles. Estaba todo ahí, no hacía falta que nadie lo cuente. Era cuestión no solo de ver, sino de 'mirar'. Y fue lo que hicimos y lo que comentamos aquella noche calurosa del verano de 1998.