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Voto de antonalva:
5
Drama Nelly Lenz, una alemana judía superviviente de Auschwitz, regresa a su Berlín natal con la cara desfigurada y acompañada por su gran amiga Lene Winter, de la Agencia Judía. Nelly pide a un eminente cirujano que le reconstruya el rostro para que sea lo más parecida a como era antes. Recuperada de la operación empieza a buscar a su marido Johnny, un pianista. Pero el reencuentro no es lo que ella esperaba. (FILMAFFINITY)
13 de junio de 2015
25 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas cuya recepción crítica positiva (a veces incluso acompañada de un público crédulo) es un arcano indescifrable. Esta cinta encarna a la perfección y sin complejos semejante enigma. Cuando fallan fondo y forma, cuando los actores apenas prestan sus cuerpos ausentes a unos diálogos tan inverosímiles como superfluos, cuando la trama es tan descabellada como insulsa, cuando te importa una higa lo que acontece en pantalla y te preguntas a qué tanto incienso y tanto boato si lo que se ve es tan famélico y falso que produce hastío y hasta vergüenza ajena.

Vayamos por partes. La trama es irreal, casi onírica, una fantasía desaforada que podría haber tenido un pase si se hubiera abordado como cine fantástico o como una propuesta más allá de lo convencional. Pero la inventiva descabellada se da de bruces y de tortas con un pretendido realismo inmisericorde y patibulario, produciéndose una incongruencia irreconciliable. El realismo sucio (pero de baratillo, de un cartón piedra reciclado y cutre que añade delito a la afrenta) pertenece a otra película diferente y antitética a la trama soñadora que se nos ofrece. No casan ni con cola, ni la palmaria contradicción entre ambas ilumina recovecos insospechados o nos añade una dimensión inaudita. Sencillamente es un fallo garrafal.

Meter, malamente y con calzador, a Hitchcock en un filme neorrealista de pacotilla es una vileza que no merece ni señalarse como desvarío. Además los diálogos son risibles de tan serios y ceñudos que gravitan, fingiendo una severidad y trascendencia de la que carecen. Y los actores se las ven y se las desean para dar vida a unos personajes tan plúmbeos como desdibujados, con reacciones extremas, silencios enfáticos y rostros contorsionados de importancia pomposa. No hay ni un atisbo de humildad en este repelente engendro que cae de lleno en la cursilería de lo ampuloso y sobrecargado de puro atracón de insignificancia.

Para ser justos hay una escena extraordinaria: la última. Quizás por eso algunos guardan un grato recuerdo del conjunto, pero es un espejismo. No se borran casi cien minutos de tedio porque durante los postreros tres se alcance la bóveda celestial. La cinta se cierra con un aquilatado broche de diamantes: te transporta y convence, te sobrecoge y te zarandea, alcanzando una excelencia encomiable con la ausencia de diálogos (basta la emocionante interpretación de una canción) y con una dirección afilada, perfecta, contundente. Fundido en negro. Lástima que el resto sea tan calamitoso.
antonalva
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