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Voto de antonalva:
7
Drama. Romance A sus 43 años, Fúsi es un inadaptado, con sobrepeso, que nunca tuvo novia y cuyo único interés son las batallas de la Segunda Guerra Mundial, que reproduce en miniatura en el apartamento en el que vive con su madre. Un día recibe un cupón para acudir a una escuela de baile, donde conoce a Sjöfn, una mujer solitaria, como él, y con profundas heridas psicológicas. (FILMAFFINITY)
28 de mayo de 2016
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos demasiado acostumbrados a que todo lo que hacemos sea a cambio de algo – ser escuchados u obtener un beneficio, conseguir lo que deseamos, evitar lo que nos perturba o acariciar la alegría – que resulta un anacronismo museístico toparse con un personaje tan afable, tan bonachón y sin dobleces, tan ingenuo y lleno de humanidad que vaya por la vida sin un gramo de amargura, sin un ápice de rencor, ni de vindicación y restituya maldad o desplantes por generosidad y dulzura. Solemos denominar – desde una superioridad avezada y prejuiciosa – a ese tipo de personas como torpes, bobas, simples e infelices sin darnos cuenta todo lo que nos perdemos con tanto juicio estéril.

En apenas hora y media asistimos a la cotidianeidad de un personaje de tan sencillas características. Un cuarentón enmadrado, soltero y virgen, con un notorio sobrepeso corporal que le parece excluir del decurso normal de la vida, un marginado de la sociedad por su impericia vital, por su aparentes rarezas e insociabilidad, que se contenta con jugar con algún otro inadaptado a reproducir en maquetas puntillosas batallas ignotas de la segunda guerra mundial, amante del heavy metal, adicto a los programas radiofónicos nocturnos en los que hace sus excéntricas peticiones musicales, buen hijo, laborioso compañero de trabajo, propenso a que se rían de él y le gasten bromas pesadas porque todos saben que no se lo tomará a mal ni guardará resquemor alguno. Es la vida a fuego lento y sin sobresaltos.

Pero un imprevisto lo cambia todo. Una mujer dulce y depresiva, un ángel quebrado y sin alas para volar, un agridulce regalo del destino que le abre la vista, lo oxigena y zarandea, le hace entender que hay algo más que la rutina cotidiana, que existen la ilusión y los sueños, que alcanzamos el contento con pequeños proyectos ilusionantes, que podemos caminar con el objetivo de progresar y encontrar nuestro hueco en el mundo, nuestra razón de ser más allá de lo previsible y lo reglado. Estar abierto a lo súbito, a lo telúrico, nos hace renacer y emprender una vida nueva llena de sorpresas y satisfacciones. Seguiremos siendo poco convencionales, atípicos, pero habremos emprendido un viaje fecundo, una senda sin retorno que nos hace florecer, como si nos hubieran regado por primera vez…

Quizás sea una propuesta algo pastelera, inocente y minoritaria pero consigue conmover el corazón y enternecer con elementos mínimos al más insensible y resabiado. Y la emotiva interpretación de un inconmensurable Gunnar Jónsson nos hace reconciliarnos con toda la ternura humana y sus múltiples manifestaciones. Dichosos los cándidos porque nos vuelven humanos.
antonalva
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