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España España · Almería
Voto de Swarley:
9
Drama Charlotte es una famosa concertista de piano que ha estado tan volcada en su carrera que no ha visto a su hija Eva en siete años. Eva, que vive con su marido, un pastor protestante, y con una hermana gravemente incapacitada, mantiene con su madre una relación de amor-odio. Después de tantos años, Charlotte decide ir a visitarlos, pero el encuentro pronto se convertirá en un tenso duelo entre madre e hija. (FILMAFFINITY)
21 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por mucho cine que veo, siempre experimento la misma sensación antes de ver una película de Ingmar Bergman. Sé que me dispongo a ver una película que tratará temas con enorme carga psicológica y que debo permanecer atento para meterme de lleno desde el principio. Sé que voy a disfrutar de una dirección de actores impecable y un desarrollo de personajes que difícilmente se pueda encontrar en el cine de hoy en día. Y que todo esto quedará entrelazado gracias a un guion que disecciona las relaciones personales, mostrando así aspectos profundos de la psique humana.

"Sonata de Otoño", afortunadamente, se mantiene fiel a este patrón.

En esencia, en este film encuentro un ensayo acerca de la relación tóxica entre una madre y su hija. La historia empieza mostrándonos únicamente la apariencia, lo que los personajes quieren mostrar al resto, esa máscara tras la que guardamos nuestros sentimientos más profundos de cara a los demás, que permite fingir que todo está bien y con la que tanto ha tratado Bergman a lo largo de su filmografía. Pero a medida que avanza el metraje y los personajes comienzan a interactuar entre sí, antiguos rencores y miedos salen poco a poco a la superficie.

La pantalla se llena de los sentimientos de rencor, dolor, miedo, frustración y resignación entre una madre que ha vivido para si misma, fingiendo, dando una imagen a los demás mientras descuidaba y torturaba (¿sin saberlo?) a sus seres queridos, y una hija que ha vivido con una madre (a veces) presente físicamente pero permanentemente ausente psicológicamente, incapaz de crecer, seguir adelante y ser libre sin el amor de dicha madre.

Una madre que dice ser capaz de expresar sus emociones únicamente a través de la música, insensible, nunca satisfecha, y que tanto al mantenerse al margen como al intentar interactuar con sus hijas, no provoca más que dolor.

Ingrid Bergman y Liv Ullmann ofrecen un duelo interpretativo impresionante. Con esos primeros planos tan característicos del director en los que la película termina siendo únicamente ellas. Bergman y Ullmann se funden en Charlotte y Eva. Actuando y sintiendo. La interpretación de ambas acaba por comerse la pantalla y escenas que, seguramente, en manos de otro director resultarían aburridas, aquí mantienen al espectador en tensión, llegando a dejar mal cuerpo por la dureza de las mismas.

En definitiva, otra gran obra del maestro sueco.

Siempre me resulta difícil describir con palabras las sensaciones que me deja una película de Bergman. Al intentarlo acabo sintiendo que me quedo corto. Por eso creo que terminaré la crítica con una frase que no es mía, sino de la propia película: "Tener sentido de la realidad es cuestion de talento, la mayoría de la gente no lo tiene... y quizá es mejor así".
Swarley
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