Es la historia de la integración de una ciudadana francesa de origen musulmán en la sociedad francesa en el momento de su incorporación a la vida universitaria.
Las mujeres no aparecen con velos ni cubiertas y es una película blanca, sin cargar las tintas en nada que pueda soslayar al espectador. Todo es suave y el ambiente es amablemente occidentalizado, pensado para revertir los comportamientos racistas irrazonables.
A mi particularmente me parece la mejor forma de enfocar el tema. Son, en su mayoría, nietos de emigrantes y es de sentido común que reivindiquen su situación, busquen su lugar en la sociedad, que se hayan occidentalizado. Trivializar los extremismos, desfocalizarlos de la violencia siempre es bueno. Buscar la normalización de su realidad es el camino.
Pero claro, para que una historia se sustente tiene que ser creíble y verídica. En caso contrario en cuestión de segundos los radicales no tiemblan para calificar la obra como colaboracionista de los que identifican como represores
La película es una alegato a la corrección política marcando con ello las distancias con los extremismos a los que definitivamente se asocia con la delincuencia común.
La base ideológica de la película es obvia pero para nada innovadora. Desde la descolonización los pro occidentales en el norte de áfrica son un colectivo potente y consolidado, y más entre los afincados en la misma Francia. El elenco he visto que casi en su totalidad es originario de países árabes pero la producción es íntegramente gala.
Lo peculiar de la película es el recurrir a mas de lo mismo y hacerlo con ocasión de enfrentar el tema de la desestabilización de los países árabes con conflictos. También es verdad que en honor a la verdad no es nada nuevo bajo el sol y refleja una realidad que se mantiene en el tiempo ya desde hace bastantes generaciones.
Su problema radica en la veracidad del argumento