El director griego es muy proclive a crear mundos muy propios en el cual el espectador se sienta un completo forastero en un principio y participe, paulatinamente, de él una vez se ha sumergido en la trama que nos propone. En "Canino" nos adentraba en un mundo hermético con sus propios códigos ajenos al mundo exterior, o en la más reciente "Langosta", establecía unos parámetros sociales que equidistaban de cualquier realidad conocida, siempre desde un punto de vista crítico, en el cual se podía entrar o salir, según la percepción de cada uno.

Con este film nos encontramos con su film más asequible para el público general, que, cogiendo de base la figura real de la reina Ana de Gran Bretaña, nos sumerge en la vida e intrigas palaciegas para mostrarnos, detrás de todo ello, la guerra que enfrenta a tres mujeres con diferentes objetivos. Lanthimos no necesita de la construcción de un entorno personal y ficticio, sino que nos muestra por sí misma esa extraña cotidianidad que se establecía entre los habitantes de los grandes palacios de época, suficientemente alocada y bizzarra como para poner añadidos. Todo resulta exagerado, estridente, propio de cualquier función teatral. El desenfreno y un aire viciado acompañan siempre a la trama desde el primer instante, reforzado por esa insistencia del director en pasearse entre las estancias con su gran angular, que aporta cierta extrañeza a la vez que distorsiona la realidad que se vive dentro.

Estructurada como si de pequeñas farsas se trataran, donde se ironiza sobre esa lucha de poder entre las tres actrices principales, analizando comportamientos y los límites de la maldad en el ser humano. Por ello, el trabajo sobre los personajes es soberbio, la evolución y el mimo con el que el director los retrata es uno de los puntos más destacables del film. Sorprendente es también el equilibrio que consigue entre comedia negra y drama, una en un principio y otra que se adquiriere según nos acercamos al tramo final.

Para ello, se sirve de tres intepretes en estado de gracia, que forman un triángulo perfecto. Desde la cínica Emma Stone, con un personaje agradecido que pasa por varios estados hasta mostrar su verdadera cara, a una Rachel Weisz que por enésima vez hace suyo cualquier tipo de personaje, por complicado que sea, y llegando a la gran revelación de la función, Olivia Colman, cuya reina destila tanto rechazo como compasión y lástima. Hubiera sido fácil en caer en estridencias y sobreactuaciones cómicas ante el reto que se les ofrece, pero todas demuestran en la contención un control absoluto sobre sus emociones, donde las miradas, llenas de inquina y mala uva, dicen mucho más que cualquier palabra malsonante que desentonaría entre la falsa corrección palaciega.

Nos encontramos entre una de las grandes películas del 2019, que aunque llega de forma temprana, calará lo suficiente, dentro de una ya de por sí excelente filmografia, como para ser premiada y exaltada allí por donde sea expuesta.

Lo mejor; El reparto, inconmensurable.

Lo peor; Quizás sea, en apariencia, una película demasiado sencilla con respecto a lo que nos tiene acostumbrados el director.